La vida de un grafitero ilegal

—¡Hey, Wey, vamos a rayar! Me dicen el Wey, y ni yo mismo sé por qué. Tal vez porque a todos les decía yo: “¿Qué ondas güey?” Desde los trece años empecé a grafitear con algunos carnales de Terán, allá por el 2005. Al principio fui toy (novato) y después tagero, que pintarrajeaba bardas y muros, haciendo daño en propiedad ajena; con el tiempo logré ser un auténtico escritor de grafiti; es decir, pasé de las pintadas a los tags (logos del grafitero o seudónimos), y de los tags al grafiti (arte callejero, espontáneo, clandestino). Me dicen el “Botero” del grafiti porque me inspiro en las voluminosas, grandes tetas de mi chava, ¿será? A veces, solo el Choxter y yo salíamos a pintar. Gozábamos pintando, rayando o haciendo vomitados en las bardas, puertas y ventanas, sin permiso de sus dueños. ¡Sentíamos la adrenalina pura al estar rayando! ¡Era como un orgasmo virginal! ¡Ja, ja, ja!… —¡Hey, Wey, vamos a rayar!… Un día, por andar grafiteando las paredes de la colonia Patria Nueva, sus habitantes nos dieron una b