Las secuelas de un sueño llamado EZLN

El fondo de la imagen: los Altos de Chiapas. Tres hombres y dos mujeres caminan hacia la cámara y, al detenerse, se despojan del pasamontañas que hace 30 años, como miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), portaron orgullosos en contra del gobierno mexicano. Benito llegó a ser capitán y perdió su ojo derecho por una granada, en tanto que su pareja, Elisa, quien comandó una unidad en Ocosingo, una de las cuatro ciudades tomadas por el movimiento, aún padece el dolor de las esquirlas que tiene cerca de la columna. Mario ostentó el cargo de mayor y todavía lamenta no haber actuado para salvar vidas de los milicianos que lo acompañaban. Luis Miguel, ahora médico, tiene las marcas del hueso destrozado de su brazo y Felicia se estremece con los recuerdos de esos primeros días de enero de 1994 con el EZLN. “Valió la pena, aunque el Estado no haya cambiado. Nuestros hijos, nuestros nietos van a salir porque ya también hay educación, que es la mejor arma”, reflexiona Benito. “Si no hubiera entrad