En El laberinto del fauno se utilizó lo fantástico para hablar sobre la condición humana. A través de Ofelia (Ivana Baquero), protagonista de la película, se establecen puentes entre la crueldad de la guerra y un mundo maravilloso creado por la imaginación desbordante de la niña que se convertirá en la metáfora sobre la que se reflexione en el filme. Esta yuxtaposición entre la dura realidad social y la fantasía ya aparecía de manera más somera en El espinazo del diablo. La diferencia es que mientras esta última pretende ser una revisión del relato gótico, El laberinto del fauno obedece a las reglas del cuento de hadas, quizá el género literario más cercano al mito y desde el cual lo fantástico cobra más sentido. Como una suerte de Quijote, Ofelia utiliza los elementos mágicos que ha leído en sus libros para escapar de esa realidad opresiva a la que su madre le ha conducido. Desde el comienzo de la película se yuxtapone la narración fantástica sobre la princesa con las ruinas de Belchite, que nos sitúa en el
El laberinto del fauno
En El laberinto del fauno se utilizó lo fantástico para hablar sobre la condición humana. A través de Ofelia (Ivana Baquero), protagonista de la película, se establecen puentes entre la crueldad de la guerra y un mundo maravilloso creado por la imaginación desbordante de la niña que se convertirá en la metáfora sobre la que se reflexione en el filme. Esta yuxtaposición entre la dura realidad social y la fantasía ya aparecía de manera más somera en El espinazo del diablo. La diferencia es que mientras esta última pretende ser una revisión del relato gótico, El laberinto del fauno obedece a las reglas del cuento de hadas, quizá el género literario más cercano al mito y desde el cual lo fantástico cobra más sentido. Como una suerte de Quijote, Ofelia utiliza los elementos mágicos que ha leído en sus libros para escapar de esa realidad opresiva a la que su madre le ha conducido. Desde el comienzo de la película se yuxtapone la narración fantástica sobre la princesa con las ruinas de Belchite, que nos sitúa en el