Los nuevos tiempos de la política nacional

El presidente López Obrador había conseguido uno de sus más caros propósitos: que la podredumbre que ahoga al Poder Judicial se airera, se exhibiera y se discutiera. Logró que el asunto se insertara en el debate público, espacio del que no debe salir sino hasta que se cumplimente la depuración total del aparato impartidor de justicia. Sin embargo, lo que vino luego, el desaseo provocado por la innecesaria perentoriedad con que se tramitó una reforma constitucional de gran calado y de muy complicada implementación, desvirtuó lo que será, a mi juicio, su mayor legado: la construcción de una conciencia ciudadana firmemente convencida de que el México justo y próspero al que la nación aspira será viable, sí y solo sí, se cuenta con un sistema de justicia libre de corruptelas. Como vía práctica para arrancar de raíz la maraña de complicidades que infestaba al Poder Judicial en su formato anterior, el primer mandatario discurrió, primero, despedir a los juzgadores sin distingos de niveles y jerarquías -dejando a sa