Chiapas, con sus complejidades y geografía, se distinguió en la década de los ochenta por su apertura para atender a miles de personas oriundas de Centroamérica, debido a los conflictos políticos y sociales.
Hoy, decenas de familias han ido a pie, por las laderas y los cerros hacia la hermana República de Guatemala. Pero, hace casi medio siglo, esto fue al revés. Lo que ha generado una historia de refugio y solidaridad memorable.
Línea divisoria
La frontera sur de México es una delimitación geopolítica que ha adquirido mayor relevancia. La línea divisoria con Guatemala hace un siglo era distinguida por barreras naturales como los ríos Usumacinta y Suchiate, el volcán Tacaná y la selva Lacandona. En poco menos de cien años, el límite internacional se consolidó como el punto de mayor tensión del corredor migratorio centroamericano en la actualidad; inclusive superior a su símil del norte.
La transformación geopolítica de la frontera sur de México se derivó, en parte, por la movilidad constante y diversa de personas provenientes del Triángulo del Norte Centroamericano; integrado por Guatemala, Honduras y El Salvador.
Los investigadores Castillo M. y Toussaint, M. en su artículo “La frontera Sur de México: orígenes y desarrollo de la migración centroamericana. Cuadernos Intercambio sobre Centroamérica y el Caribe”, ubicó a la violencia como un producto de la pobreza estructural, lo que lleva a las familias a buscar refugio en otros países para salvar la vida, integridad y libertad
La época de las dictaduras militares en Centroamérica fue distinguida como “las décadas del terror”, por su violencia y desplazamiento forzado ocurrido de 1970 a 1990; aunque los golpes de Estado y gobiernos autoritarios ya ocurrían desde principios del siglo XX, según el artículo “Violencia y Juventud en Centroamérica (2000-2008)”, de Cerón, M.
El conflicto entre los gobiernos militares y las guerrillas desarticuló los vínculos sociales, creó una economía inestable y campañas de violencia. En esta etapa, la movilidad migratoria se vuelve inédita, con respuestas incongruentes de los países expulsores. Desde entonces, Belice, Costa Rica y México son consideradas como zonas de refugio.
Frivolidad
En particular, México demostró “frivolidad hacia el área”, debido a su estrecha relación con Estados Unidos, a partir de ello, estableció los criterios actuales de seguridad nacional para el sureste y área fronteriza, señaló Vilanueva, L. en su artículo “Revisión general de la política exterior mexicana y norteamericana frente al conflicto centroamericano 1977-1982”.
El Salvador estimó la muerte violenta de una de cada cien personas por la dictadura, un aproximado de 40 mil asesinados, así mismo, se documentó el desplazamiento de miles de familias hacia el norte de la región. En segunda instancia, Honduras fue condicionado por su dependencia económica hacia Estados Unidos, generando así un descontento generalizado en la población por el intervencionismo.
En ambos casos, la información sobre las consecuencias de la violencia es limitada, caso contrario al de Guatemala. El país vecino de México consideró al menos 15 mil desapariciones, el 75 % vinculadas a fuerzas gubernamentales. En resumen, la movilidad migratoria de la dictadura militar cobró visibilidad en la franja sur mexicana por la estancia de un aproximado de 30 mil desplazados (Márquez, 1989, Ticehurst, 1989 y Villanueva, 1989),
La movilidad migratoria refugiada se concentró en Chiapas. Los municipios fronterizos de Las Margaritas, La Trinitaria y Comalapa albergaron a 23 mil refugiados. A lado de ello, Campeche recibió a 11 mil 267 y Quintana Roo ocho mil 733. En síntesis, se identificó una existencia de los 45 mil desplazados del TNCA en territorio mexicano, más otros 20 mil no reconocidos.
Las secuelas de la dictadura militar a corto plazo se sintetizan en violencia y desplazamiento forzado, hacia el mediano plazo apareció una crisis económica y, por último, hoy puede verse el estancamiento de la economía y más movilidad migratoria del TNCA.