Cada tonelada de aceite de palma genera 33 toneladas de emisiones de dióxido de carbono, 10 veces más que el petróleo; en Chiapas ha representado un jaque a la frota nativa y daños al suelo y ríos por uso de fertilizantes, explicó el investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), Héctor Bernabé Fletes Ocón. En el conversatorio “Impactos socioambientales del cultivo de la palma de aceite: análisis, retos y alternativas”, de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el especialista expuso que si bien su implementación presentó una opción permanente de ingresos durante todo el año a los actores que la manifiestan gracias a que su fruto se cosecha cada 15 días para la producción de biocombustible, explicó que este cultivo está inmerso en un modelo político y económico contradictorio al sistema agroalimentario, pues reduce las oportunidades para los pequeños productores y acentúa las precarias condiciones de producción y sobrevivencia.
Detalló que en el 2019, último año que reporta el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), este cultivo pasó de 16 mil 793 hectáreas (ha) en 2003 a 45 mil 435.53 en los distritos de Palenque, Tapachula, Tonalá y Selva Lacandona, afectando incluso polígonos de Áreas Naturales Protegidas.
Como en territorios de la Selva Lacandona, donde pasó de mil 620 ha en 2009 a siete mil 051 en 2019. En este avance, explicó que los territorios han presentado pugnas entre las comunidades e industrias debido a la reducción en la disponibilidad de los alimentos, pues la instalación de la palma ha generado se dejen de sembrar alimentos básicos y hortalizas.
“Los ganadores en el negocio de los biocombustibles (Chiapas se encuentra en una fase inicial) son los países europeos y los Estados Unidos, por el afán de cumplir sus obligaciones dentro del Protocolo de Kyoto para cambiar sus sistemas energéticos; la industria petrolera y, finalmente, la automovilística”, resaltó.