Sandra Cuevas, investigadora del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur de la Universidad Nacional Autónoma de México (Cimsur-UNAM), consideró que el proyecto multicultural estatal no solo ha buscado reconfigurar a los sujetos sociales, en este caso a las poblaciones indígenas urbanas, sino también los espacios que habitan, para convertirlos en productos/mercancías de consumo turístico; quienes no se alinean a este proyecto son considerados invasores, ilegales y peligrosos.InterésLa investigadora inició su interés del multiculturalismo en Chiapas por la reforma al artículo cuarto de la Constitución en 1992. Posteriormente, el levantamiento zapatista en 1994 y, en un contexto más amplio, las movilizaciones de organizaciones indígenas y campesinas en las Américas de finales del siglo XX y principios del XXI.
Por tanto, se cuestionó las manifestaciones del proyecto multicultural estatal en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas y se dio a la tarea de documentar etnográficamente sus límites y contradicciones.
“Mi atención se centró en los cambios que se habían realizado a la traza urbana de las principales calles del Centro Histórico con fines turísticos para contrastarlos con lo que acontecía en la llamada “periferia urbana”, en concreto, en un asentamiento indígena que luchaba por la legalización de sus tierras, después de años de haberlas recuperado en el contexto del levantamiento armado”, explicó.Historia de éxitoMás adelante, se interesó en investigar cómo se había materializado el proyecto multicultural en la frontera Chiapas-Guatemala en una época de auge de programas de gobierno destinados al ecoturismo. Para ello, documentó la “historia de éxito” de un proyecto ecoturístico que había despuntado en el sexenio de Vicente Fox, con el apoyo de la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) que encabezaba Xóchitl Gálvez (actual candidata a la presidencia).
El proyecto fue fundado por familias de indígenas mam que, en los años 80, dejaron su lugar de origen para hacerse de tierras con la esperanza de vivir de la siembra de café, aprovechando las dotaciones de tierras realizadas por el gobierno. No obstante, fue evidente que subsistir de la cosecha de café no era una opción viable, no solo por las crisis del mercado de café y la falta de apoyo gubernamental, sino, sobre todo, porque las tierras dotadas no eran aptas para su cultivo. Entonces, la carretera no llegaba hasta el ejido y para acceder a esta había que caminar un día entero. IncomunicaciónLos oriundos del lugar cuentan que, solo en casos de emergencia y si tenían suerte, muy de vez en cuando bajaba la avioneta a dejar medicamento o transportar algún enfermo de gravedad. Así comenzó la búsqueda de opciones para sobrevivir en esas tierras incomunicadas y agrestes. Muy ocasionalmente llegaban turistas aventureros a acampar cerca de la cascada que caracteriza al lugar. A partir de estas visitas, algunos miembros del ejido se propusieron atraer a más turistas, por lo que se organizaron para construir un par de cuartos y ofrecerles servicio de comida.
Esta iniciativa comunitaria dio pie a lo que, años más tarde, sería uno de los proyectos ecoturísticos “modelo” del sureste mexicano. Largo y sinuoso fue el camino para convertirse en empresarios. “Los miembros de la sociedad que maneja el proyecto han pasado por decenas de negociaciones, certificaciones para ofrecer servicios de calidad, viajes recurrentes a la capital del estado y del país para asistir a citas con la burocracia, participaciones en ferias de turismo, búsquedas de proveedores, instrucción en hotelería y computación”, consideró la investigadora.MegaproyectosLa investigadora en el 2018 ubicó la amenaza de la construcción de un complejo hidroeléctrico en el río que atraviesa el ejido, lo cual anunció la llegada de la fase extractivista del proyecto multicultural. Bajo este contexto, el ecoturismo dejaba de ser suficiente pues ahora los grandes intereses políticos y económicos iban por el agua, en consonancia con lo que sucede en el resto de esa región fronteriza de Chiapas altamente militarizada, donde la presencia del crimen organizado va en aumento, así como los proyectos extractivistas, las plantaciones y la minería, entre otros.