Los ecosistemas de los ríos Grijalva y Usumacinta, los más caudalosos del estado, podrían ser infestados por el pez diablo, desplazando a las especies nativas, lo que representa un serio riesgo no sólo para la ecología sino para la sobrevivencia de miles de pescadores, informaron autoridades de la Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural.
En Chiapas, los ríos Usumacinta y Grijalva tienen un grado de afectación por la presencia del pez diablo, una especie invasora que se encuentra en afluentes como el río Tulijá, donde se cree que hay millones de ejemplares.
“Esta especie es difícil de controlar, pero la Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural cuenta con un proyecto para tratar de eliminar la plaga que devora a ejemplares nativos como la pigua y el bagre”, dijo Ricardo Hernández.
“El río Grijalva fluye hasta Tabasco y ya tiene algún grado de afectación, por tal motivo debemos de ser muy cuidadosos para que el pez diablo no invada la parte alta; en el caso del río Usumacinta, todavía no contamos con informes de presencia del pez, pero estaremos alertas”, agregó Hernández Sánchez.
Comentó que este pez, cuyo nombre científico es Hypostomus Plecostomus, se ha convertido en una seria amenaza para los ecosistemas acuáticos del Sureste mexicano, y “si no se hace algo, en cinco o 10 años se va a establecer y entonces será difícil erradicarlo”.
Indicó que, como otras especies invasoras, el pez diablo llegó a México con el llamado “efecto Nemo” y fue importado de Sudamérica para aprovechar algunas de sus habilidades.
La especie suele alimentarse de algas y desechos de comida, por lo cual muchos le llaman “limpia peceras”, el problema es que, al crecer, muchas personas los abandonan en ríos o lagos y eso causa su diseminación.
Los primeros ejemplares fueron detectados en 2003 en el Norte del país, pero ahora la Comisión Nacional de la Biodiversidad (Conabio) reconoce su presencia en estados del Centro, Oeste y Sureste del país.