Rafael Zamarripa Colmenero, oriundo de la comunidad Telestakín, del municipio de Ixtapa, Chiapas, ha pasado gran parte de su vida viajando por el mundo. Sin embargo, con todo y su personalidad cosmopolita, decidió pasar muchos años en Tuxtla Gutiérrrez.
A sus doce años recuerda haber tenido su primer contacto íntimo con la naturaleza, junto a su padre, quien viajaba mucho a Marqués de Comillas, hecho que lo marcó de por vida, ya que este medio natural lo inspiró por el resto de su vida, el cual recreó en sus diferentes obras.
“Desde entonces aprendí a relacionar a la cultura con los animales. En una ocasión, al ver un cocodrilo disecado, sentí la fuerza de la naturaleza, me percaté que ella era capaz de crear a semejante animal poderoso”, agrega Zamarripa Colmenero.
Aprendió la técnica de la pintura de manera autodidacta, pues sus estudios se remiten al bachillerato que estudió en el estado de Guanajuato, entre el 67 y el 69, donde conoció la Arquitectura, relacionándose con la técnica del dibujo.
No obstante, a la postre, lugares como Francia, Italia, Túnez, Estados Unidos y Centroamérica influyeron de gran manera en el desarrollo de su talento como pintor, donde a su vez pudo exhibir parte de su obra.
En sus momentos de descanso estudió a la Grecia antigua, sus artes y a sus filósofos, pero nada lo impactó más que el haber estado en la cima de la pirámide mayor de Tikal, en Guatemala.
“Me enamoré de la cultura maya. Al estar arriba de aquella pirámide y apreciar esa ciudad en medio de la inmensidad de la selva quedé cautivado; tener esa clase de arquitectura requiere de conocimientos muy avanzados”, señala el pintor chiapaneco.
Europa
Durante su estadía en París, Francia, en la década de 1980, se dedicó a pintar cientos de cuadros, también laboró como fotógrafo, rotulista y hasta de músico.
Recuerda que el primer cuadro que vendió en el país galo, era sobre una mujer recostada sobre una especie de sofá, quien se encuentra envuelta por una gran vegetación.
“Aprender diferentes oficios ayuda a saber sobrevivir de diferentes maneras, saca de diferentes apuros. Incluso también aprendí a hacer crepas”, recuerda con una sonrisa el artista chiapaneco.
De los aproximadamente 20 años que radicó en París, 14 los vivió sin tener un sueldo laboral. Asegura que Francia es una gran plaza donde si se tiene talento en el arte, se puede vivir de ello.
En ese país se casó con una ciudadana francesa, con la cual tuvo 3 hijos; antes ya había vivido en Nueva York, donde conoció a una fotógrafa y con la que procreó a su primer hijo, una niña.
“Pasé muchos años cantando en diferentes cafés, bares y otros lugares de París, a la vez creaba mis pinturas que gustaban mucho, ya que la mayoría las plasmaba sobre material de costales. En algún momento me llamaron ‘el pintor de los costales’, lo cual me distinguía entre otros artistas, platica Zamarripa Colmeneros.
Después del levantamiento armado zapatista del 94 se dedicó a pintar diferentes figuras alusivas al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y más que nada el emblema del subcomandante Marcos, los cuales, dice, se vendían bastante bien.
Respecto a su visita a Túnez, dice haberla realizado en busca de un poeta que había sido encarcelado por la dictadura de ese país, del cual ahora no recuerda su nombre.
“Al visitar el desierto del Sahara me percaté de lo triste que se ve ese tipo de ecosistema. Todo en su mayoría está muerto, se me vino a la memoria Chiapas, su riqueza natural, cultural y sus miles de mantos acuíferos. Lo afortunados que somos de vivir en una tierra así”, narra con gesto meditativo.