Carlos Ocaña Parada, docente e investigador de tiempo completo de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), comentó que en los últimos años algunos investigadores han manifestado su preocupación en cuanto a que es urgente dimensionar y medir el porcentaje de destrucción de bosques y selvas, que resulta en pérdida de poblaciones de fauna silvestre.
Chiapas cuenta con una riqueza de diversidad biológica muy importante, sin embargo, en los últimos 30 años se ha perdido entre el 30 y 45 por ciento de fauna silvestre. Desafortunadamente, dijo, no hay estudios concretos que dimensionen esta pérdida y su impacto ambiental.
Hay, sin embargo, varios factores que contribuyen a esa destrucción y desplazamiento. Uno de ellos es el cambio de uso de suelo, que es cuando se quita toda la superficie vegetal para sembrar maíz u otro grano sin analizar la geografía de la zona, algo que ocurre en varias regiones porque no hay una cultura de desarrollar un sistema agroforestal o agrosilvopastoril.
Otro factor es la cacería ilegal que se da en las zonas más apartadas, lo que facilita que cualquier persona con un rifle se adentre en el bosque para cazar armadillos, conejos, tepezcuintles, venados y otras especies, con lo que han disminuido considerablemente las poblaciones de estos.
Incluso en los últimos años, quienes practican esta actividad manifiestan que ya no hay qué cazar, lo que refleja el serio problema que se vive en cuanto a la destrucción de la fauna silvestre.
Mencionó que en la Sierra Madre de Chiapas, que comienza desde Villaflores hasta Motozintla, a pesar de que cuenta con áreas naturales protegidas como La Sepultura y El Triunfo, ha perdido entre un 25 y 28 por ciento de hábitats.
“Es preocupante que se dé este fenómeno porque se tienen diferentes ecosistemas protegidos, pero se ha visto que estos son los que más están sufriendo hoy día, porque la presión por la actividad humana para obtener los recursos que existen en ellos es muy fuerte”, señaló.
A estos elementos habría que sumarle los incendios forestales que en los últimos años colocaron al estado en los primeros lugares por superficie afectada, lo que desplaza todavía más a la fauna.
Ocaña Parada refirió que las consecuencias de este fenómeno ya se están viviendo, pues se ha visto que especies de fauna silvestre al no tener su hábitat natural se van acercando más a zonas donde existen asentamientos humanos, lo que representa un peligro mayor para estas.
Por ejemplo, en los últimos años se han registrado en su mayoría avistamientos de pumas, jaguares y coyotes en asentamientos urbanos donde hace muchos años no se tenía presencia de esas especies, que son atraídas por las prácticas de traspatio como la crianza de animales.
Esto es percibido como un problema por la población, por lo que se organizan para sacrificarlos. En el caso de la región Sierra se han tenido reportes de pumas y coyotes, que son asesinados porque a diario se comen gallinas u ovejas.
El investigador mencionó también de otras especies que forman la cadena alimenticia, que al no encontrar alimento también se acercan a las comunidades, sobre todo aquellas denominadas “generalistas”, que comen de todo, como el coyote que come plantas, carne, frutos e incluso basura.
Su nivel de supervivencia es mayor que la de un venado cola blanca, que es muy especialista, que no come cualquier cosa, y con la destrucción de los hábitats sufren más porque al no encontrar su comida parte de su dieta, tiene que desplazarse varios kilómetros.