Nada detuvo a David Silva, el galán del cine mexicano que superó todo, incluso la discapacidad con la que muchos creyeron que pondría fin a su prolífica carrera en la que sumó 120 películas y un debut teatral en el ocaso de su vida artística, la cual estuvo llena de aplausos, reconocimiento y lucha ante la adversidad.
David se convirtió en un referente del profesionalismo que encarnó desde un boxeador en la inolvidable cinta Campeón sin corona, hasta un gángster en Ventarrón, Silva probó suerte como locutor en la XEW y en la XEQ, después comenzó un largo caminar en el que actuó con bellezas del cine nacional como Lupe Vélez en La Zandunga, y en éxitos taquilleros como ¡Esquina bajan!, Huracán Ramírez, Los Fernández de Peralvillo y El Topo.
David Silva nació el 9 de octubre de 1917 en la Ciudad de México, tenía ascendencia suiza-italiana y francesa por parte de madre Aída Guglielmeti Travesí, de origen norteamericano; su padre David Silva Ramírez fue un destacado cantante y profesor de canto de género operístico, mientras que David, antes de iniciar su camino artístico estudió derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la UNAM, no concluyó sus estudios porque incursionó como extra en la película Bajo el cielo de México.
La adversidad
A finales de 1971 David Silva sufrió un accidente automovilístico que agravó el problema que tenía en la pierna derecha, además, fue diagnosticado con una avanzada diabetes y serios problemas circulatorios que le traerían consecuencias fatales cinco años después.
En enero de 1973, Silva recibió, de la mano de su esposa Paquita Estrada, la primera mala noticia: su pierna derecha tenía que ser amputada, los dolores eran terribles, y aunque nunca dejó de trabajar actuando, su problema con la diabetes se agravó por su adicción al cigarro.
Fue atendido en la Clínica de la Asociación Nacional de Actores, donde debido a sus hemorragias internas provocadas por las fuertes contusiones en sus extremidades no hubo más opción que la amputación. El histrión, entonces, lo tomó con buena actitud, estaba vivo y eso era lo importante. “Paquita, estoy vivo, no me voy a morir, hierba mala nunca muere. Solo me van a contar un pedacito, no sufras”, dijo, de acuerdo al libro David Silva, un campeón de mil rostros. El panorama mejoró después de que viajó, junto a su inseparable esposa, a Alemania, donde le implantaron una prótesis, con lo que David recobró su vida con “normalidad”.
En febrero de 1975 informó del éxito de David Silva en su debut teatral en La Sala, esta actuación, dijo, fue especial pero igual de importante que su trabajo en televisión, solo que su aparición fue en una silla de ruedas tras haber sufrido una primera amputación. “‘La Sala’, con el atractivo de la presentación de David Silva”, se leía en el titular de la nota que además incluyó varias fotografías en las que el actor desempeñaba a su personaje sentado en una silla de ruedas; se trató de un melodrama de tipo realista en el que el famoso encarnó a un sacerdote.
“Destacan las actuaciones de David Silva quién personifica un sacerdote retirado por la iglesia después de sufrir la amputación de ambas piernas, para movilizarse utiliza una silla de ruedas”, se lee en la descripción del evento que tuvo un lleno total, el éxito de la obra fue rotundo y el público pidió la salida de los actores al foro para premiarlos con el trofeo máximo de un largo aplauso.
Cuando David Silva debutó en teatro confesó haber sentido la misma emoción que sintió hace más de 40 años cuando se inició en el cine, David Silva dijo que el teatro era una nueva experiencia que quizá representaría para él su consagración como actor. “Nunca deja uno de aprender y es una gran satisfacción trabajar ante el público porque uno está en constante evolución y los posibles errores en que el actor pueda incurrir se corrigen día a día”, dijo.
Cuando fue cuestionado sobre su condición física y el reto teatral que esto representaba, Silva reflexionó: “Uno en su vida artística debe procurar explotar todos los ángulos histriónicos y cualquier faceta que pueda ser aprovechada como experiencia”.
En aquella entrevista algo era seguro, el artista no pensaba en el retiro sino seguir aprendiendo y recuperarse física y mentalmente, su talento no se vio mermado en lo absoluto sobre el escenario, el famoso se había adaptado muy bien al aparato fabricado en un plástico especial y ligero, lo más avanzado hasta el momento la recuperación le había llevado un año.
Los albañiles fue su última película, en la que apareció con un alto profesionalismo y un excelso trabajo que fue reportado por los medios de la época. David Silva ya no pudo ver el estreno de la cinta el 23 de diciembre de 1976 en los cines Dorado 70, México, Chapultepec, Galaxia entre otros.
El último episodio trágico ocurrió el 10 de septiembre de 1976, cuando el actor tuvo que internarse en el Centro Médico, pues tenía dificultades para utilizar su prótesis y los doctores le sugirieron que se internara debido a su diabetes y a sus problemas circulatorios críticos. Su pierna izquierda se encontraba en una fase de gangrena muy avanzada por lo que tuvieron que amputarla ya que de lo contrario se corría el riesgo de que el mal se extendiera agresivamente por todo el cuerpo.
Cine Mundial informó en su momento que desde hace cuatro años David había padecido trastornos circulatorios en su organismo que le habían provocado graves crisis, los especialistas lo tenían sometido a un tratamiento especial para que superara sus trastornos y se normalizara la circulación sanguínea una vez que hubiera cicatrizado el muñón.
Sin embargo, este mismo medio reportó el día 20 que David se encontraba en un estado crítico con náuseas y constantemente sedado entre el dolor las inyecciones y la anestesia.
La estrella que hizo emocionarse al público con la película Campeón sin corona, con la cual ganó el Ariel, falleció a los 58 años. A su entierro en el Panteón Jardín fueron pocos colegas; sin embargo, el público siempre lo recordará como el galán de los 50, un caballero y un profesional que siguió actuando hasta el final, porque si algo amaba David Silva era actuar.