El laberinto del fauno

En El laberinto del fauno se utilizó lo fantástico para hablar sobre la condición humana. A través de Ofelia (Ivana Baquero), protagonista de la película, se establecen puentes entre la crueldad de la guerra y un mundo maravilloso creado por la imaginación desbordante de la niña que se convertirá en la metáfora sobre la que se reflexione en el filme.

Esta yuxtaposición entre la dura realidad social y la fantasía ya aparecía de manera más somera en El espinazo del diablo. La diferencia es que mientras esta última pretende ser una revisión del relato gótico, El laberinto del fauno obedece a las reglas del cuento de hadas, quizá el género literario más cercano al mito y desde el cual lo fantástico cobra más sentido.

Como una suerte de Quijote, Ofelia utiliza los elementos mágicos que ha leído en sus libros para escapar de esa realidad opresiva a la que su madre le ha conducido. Desde el comienzo de la película se yuxtapone la narración fantástica sobre la princesa con las ruinas de Belchite, que nos sitúa en el contexto histórico de la posguerra española.

La localización del laberinto y el molino en mitad del bosque al que se trasladan a vivir tampoco es casual. En él encontramos la referencia al “bosque del lobo”, allí donde se encuentran los peligros que la joven heroína deberá superar para volver a conseguir la condición de princesa que perdió en ese tiempo indeterminado desde el que se construyen los cuentos inmemoriales.

El mundo al que accede Ofelia, como fuente de evasión o como realidad paralela, está repleto de figuras fantásticas (las hadas, el fauno, el sapo, el Hombre Pálido), de motivos clásicos (las pruebas, las llaves, los cuchillos, los laberintos) y todo ello estructurado, según el director, siguiendo la “regla del tres” de los cuentos de hadas: motivos que se repiten tres veces durante la historia y que marcan su estructura.

La protagonista visita tres veces el laberinto, el fauno le propone tres pruebas, hay tres hadas, etcétera. Y como es lógico en todo cuento de hadas que se precie no puede faltar el villano. En este caso viene representado por la figura del Capitán Vidal (Sergi López), el particular lobo feroz de esta historia.

De este enfrentamiento entre la heroína y el villano surge el relato y la esencia de toda historia fantástica. En este caso, la maldad que representa el oficial del ejército fascista que sueña con limpiar España de la resistencia republicana contrasta con la inocencia de una niña que sueña con volver a conseguir su condición de princesa. Mientras uno desprecia la vida, Ofelia juega con ella; mientras el villano asesina de manera despiadada, la protagonista crea sus propios personajes dentro de un mundo mágico, aunque no del todo bello.

Para Guillermo del Toro, la esencia del relato fantástico está precisamente en este acercamiento a lo terrorífico. Algo que remite a la esencia de los cuentos clásicos que eran contados por sastres y zapateros ambulantes a cambio de alojamiento y comida. Estas historias eran contadas a adultos y por eso tenían gran dosis de violencia y se desarrollaban en entornos duros, propios de la realidad de la época.