“Yo siempre digo que escribir es no llegar nunca a ningún lado, es siempre estar nadando a brazo partido. La otra vía se aleja porque siempre queremos buscar, tenemos una idea del mundo que buscamos ordenar, tenemos muchas preguntas”, afirmó la escritora Mónica Lavín, quien fue homenajeada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes como parte del ciclo Protagonistas de la Literatura Mexicana.
Durante el homenaje, los escritores Myriam Moscona, Rosa Beltrán y Élmer Mendoza contaron anécdotas que dan cuenta de su amistad con la ganadora de los premios Gilberto Owen (1996) y Colima para Obra Publicada (2001), y no escatimaron en elogiar dos novelas de Lavín, las cuales citaron como las mejores en su trayectoria: Yo, la peor y Últimos días de mis padres.
“Afortunadamente, quienes escriben, mis amigos que tienen una larga trayectoria saben que la literatura es ese territorio de resistencia porque aquí no hay una verdad única”, continuó Lavín y citó a la escritora nigeriana a Chimamanda Ngozi Adichie sobre lo peligroso que es contar una sola cara de la historia: “En la literatura puede haber muchos puntos de vista, es el principio de las verdades relativas, desde el Quijote”.
Cuando dejó la carrera de bióloga -el mundo de las verdades objetivas y comprobables- se dio cuenta de la atracción que en ella ejerció la ambigüedad. Tomó como ejemplo lo que dijo Milan Kundera sobre el papel de la escritura en la vida: “Iluminar la experiencia humana con palabras, con esto que parece tan frágil y, sin embargo, puede crear esas otras orillas con quien compartir la mirada del mundo”.
Lavín celebró que el homenaje recibiera como directora del INBAL a Alejandra de la Paz, quien le entregó el diploma. La actriz Roselia Barragán leyó el cuento Allí está la casa de Dolores del Río.