El 20 de junio de 1996 el Ayuntamiento capitalino convocó, a través del Archivo Histórico Municipal Carlos Castañón Morell y el Departamento de Tuxtla Joven, a concursar por elaborar el que sería el escudo que representaría a la ciudad capital, y entre 57 propuestas hechas por artistas plásticos, arquitectos, diseñadores gráficos y demás participantes de la comunidad, el ganador fue Luis Morán Villatoro.
El concurso fue validado por Javier Espinosa Mandujano, en su papel de notario público, y con un jurado calificador conformado por escritores, pintores e historiadores, tales como Eliseo Castellanos Mellanes, Luis Alaminos Guerrero, Enoch Cancino Casahonda, César Corzo y José Luis Castro.
Los elementos del escudo evocan el pasado prehispánico de Tuxtla: en el centro, sobre campo de gules, en esmalte rojo que significa valor y osadía, se encuentra como figura principal un conejo viendo hacia la izquierda; este tiene la piel gris, cola y pelo largos, con ojos grandes y dientes delanteros visibles, y está parado en sus patas traseras sobre una mandíbula humana con tres dientes.
El conejo y la mandíbula forman un glifo azteca que se lee como nombre precolombino de Tuxtla: Tuchtlán, “lugar de conejos”, del náhuatl “tochtli” (conejo) y “tlanti” (lugar, abundancia). En el borde superior, en oro, cuyo significado se vincula con el poder, se encuentra el nombre en náhuatl, Tuchtlán, para rescatar el nombre primitivo de la ciudad.
El escudo es un recordatorio de la toponimia que hace referencia al origen indígena, como lo concebían los escritores ideográficos de las pinturas de la “Matrícula de pueblos tributarios de los aztecas”.
A su vez está basado en el ideograma publicado en 1941 por Fernando Castañón Gamboa en su libro Tuchtlán: documentos y datos inéditos para la historia particular de Tuxtla Gutiérrez, según recordó el propio Luis Morán recientemente.