Fabulador de insólitas pesadillas cósmicas y monstruosidades míticas, H. P. Lovecraft murió el 15 de marzo de 1937, cuando su obra ocupaba apenas una posición marginal y era casi desconocida más allá del círculo de los lectores asiduos a las revistas pulp, dedicadas a los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, en las que apareció la totalidad de los relatos que logró publicar en vida.
Sin embargo, en los ochenta años que han transcurrido desde entonces, el aura literaria de ese legendario misántropo, autor de las novelas El caso de Charles Dexter Ward, En las montañas de la locura, y del ensayo El horror sobrenatural en la literatura, no ha dejado de cautivar lectores, y obtuvo su consagración definitiva al ser incluido en la canónica Library of America en 2005.
Sentencias como “Aunque los hombres la llamen realidad y tilden de irreal la opinión de que existe un universo original multidimensional, a decir verdad es todo lo contrario. Lo que llamamos sustancia y realidad es sombra e ilusión, y lo que llamamos sombra e ilusión es sustancia y realidad”, han conseguido seguir fascinando a generaciones y generaciones de lectores en todo el mundo.
Como señala el escritor y traductor Juan Antonio Molina Foix en “Obstinado soñador” —el prólogo del primer tomo de la edición en español de la Narrativa Completa de Lovecraft, publicada por Valdemar—, la “aventura aparente del hipersensible y exangüe héroe lovecraftiano”, en realidad “consiste en un auténtico periplo interior que le conducirá a enfrentarse con su propia imagen y, rompiendo todos los tabúes, a hacer resurgir los monstruos del pasado”.