Adaptación del célebre cuento de Hans Christian Andersen, convertida ya en un clásico de Disney. La protagonista es Ariel, una sirena adolescente, hija de Neptuno. Sus travesuras, realizadas a espaldas de su padre, le llevan hasta Úrsula, una bruja en forma de calamar, con la que hace un pacto. Podrá disfrutar de un par de piernas y conocer a un príncipe, a cambio de renunciar a su hermosa voz, con la que canta bellas canciones. Naturalmente, la bruja le traiciona y Ariel se mete en muchos apuros, de los que saldrá gracias a sus valientes amigos del mar.
En los 80, los estudios Disney no habían producido cintas muy populares ni le habían ofrecido al público una deslumbrante muestra de la calidad de antaño. Entonces llegó La sirenita. Se convirtió en un fenómeno, un clásico instantáneo, iniciando una profunda renovación en la casa de Mickey Mouse, periodo conocido como “el renacimiento de Disney”, comprendido entre 1989-99, y durante el cual alcanzaron un éxito apabullante tanto a nivel comercial como crítico; su repercusión se sentiría en todos los largometrajes animados producidos en Hollywood en los 90 e incluso hoy. En suma, esta adorable ninfa del mar cambió la industria y sus prioridades para siempre.
Sin duda, marca un hito en la animación de Disney. Después algunos trabajos que no habían tenido el eco esperado entre el público, esta cinta dirigida por John Musker y Ron Clements reavivó las esperanzas. Luego vinieron La Bella y la Bestia, Aladdin, El rey león, Mulan… Una serie de filmes muy bien concebidos y de gran aceptación popular.
La música ecléctica y las canciones estilo Broadway se mantienen como algunos de los elementos más deleitosos. El singular número de reggae “Bajo el mar” les valió al letrista Howard Ashman y al compositor Alan Menken el Óscar a la mejor canción original (también fue nominada, “Bésala”). El segundo recibió una estatuilla adicional a la mejor partitura original.
La clave está en el puro poder de su narración, y me sorprende lo moderna que sigue siendo. Es una de las mejores de Walt Disney, así de simple. El mérito es de los directores Ron Clements y John Musker, quienes, además, escribieron un guion innovador (era inusual que se contara con guiones en el estudio, puesto que siempre habían dependido de tratamientos y, sobre todo, storyboards). Realizaron notorios cambios al cuento de hadas homónimo de Hans Christian Andersen, en especial el final melancólico. Ahora bien, los cambios funcionaron; crearon una historia inteligente que no es tan tradicional como suele pensarse.
Tiene lugar bajo el mar, en un mundo desconocido para los humanos, habitado por sirenas, tritones y una variopinta fauna de peces. La protagonista es la menor de las hijas del rey Tritón, posee una bella voz para cantar, y su imaginación es tan poderosa como su deseo de emanciparse, aun cuando sólo tiene 16 años. Es una rebelde, y el rey se esfuerza en mantenerla sana y salva. Por esto envía al conductor de la orquesta real, un cangrejo rojo llamado Sebastián, a que la vigile. No obstante, éste se escandaliza al descubrir la cueva y el sueño de Ariel, durante el conmovedor número musical “Parte de él”. Sebastián ejerce casi la misma autoridad que su padre, mas desprovisto de sus aprensiones, y no tarda en volverse su mejor aliado.
El conflicto queda establecido
Las discusiones entre padre e hija son del todo verosímiles, ya que apelan a la universalidad de la adolescencia, y he ahí la sensibilidad contemporánea. Así, Tritón es el antagonista. Hasta ahora. Luego de una feroz pelea con Ariel tras descubrir que quiere quedarse a vivir en la superficie por amor, llega otro personaje a manipular la situación con sus tentáculos: Úrsula, la bruja del mar. Mitad mujer, mitad pulpo, codicia el poder del rey y se aprovecha de la inocencia de su hija para conseguirlo.
Es una deliciosa y aterradora villana camp. Aparece ya en las primeras escenas, mas no interfiere en esos desarrollos; solo nos hace saber quién es, sugiere lo que quiere y comenta las acciones de la princesa como un coro griego ominoso.
Un villano establecido a la perfección
El antagonismo es transferido, parcialmente, de un padre amoroso y precipitado, a una verdadera malvada. Pero Úrsula es un personaje más complejo, dado que, al mismo tiempo, es la mentora de Ariel. Sí, es la villana y la mentora, lo cual todavía se siente arriesgado para un cuento de hadas de Disney.
La bruja le enseña que es mejor no hablar para ganarse el corazón de Eric. Una mentira, por supuesto, mas nuestra joven soñadora cede a la propuesta del siniestro pulpo: a cambio de piernas, le da su voz, la que podrá recuperar en un plazo de tres días si le da un beso de amor al príncipe. Es decir, en cualquier caso no tendría que abandonar el título nobiliario.