A mediados de 2003, a pocos días de arrancar el rodaje de Matando Cabos, el productor Billy Rovzar sabía que no había dinero en la cuenta bancaria para hacerla.
El debutante en cine, de entonces 26 años, estaba en el mismo cuarto donde el elenco encabezado por Ana Claudia Talancón y Pedro Armendáriz, junto con los nóveles Tony Dalton y Kristoff, ejecutaban la lectura de guión final. “Un inversionista, al final, no entró y no podía decirlo porque me habrían renunciado los actores. Había una ventana de tres a cuatro semanas para conseguir lo que faltaba y comencé a moverme”, cuenta Billy.
Al final, juntos a su hermano menor, el también productor Fernando Rovzar (de 23 años), con quien se dejó crecer la barba para aparentar mayor edad, lo logró. Comenzaron el rodaje de esta comedia en que dos hombres (Dalton y Kristoff) se ven envueltos en una noche de secuestros fallidos, contando con la ayuda de un viejo luchador (Joaquín Cosío) y su guardaespaldas (Silverio Palacios).
Al año siguiente, el 16 de julio de 2004, la cinta se estrenó en 300 pantallas mexicanas. Durante su segunda semana de exhibición pasó un fenómeno que aún lo cuenta Alejandro Ramírez, director de Cinépolis: la asistencia creció 25 %, contrario a lo que ocurre normalmente con cualquier título, que es descender entre 20 % y 40 %.
“Mascarita”, interpretado por Cosío, se volvió un ícono. La secuencia de la volcadura de un auto en las gradas del estadio Azteca compitió en los premios Taurus, otorgado a los stunts, y en España se realizó un remake de la historia con el título ¿Quién mató a Bambi?.
La historia que contabilizó cerca de 2 millones de asistentes y pasó por el Festival de Sundance, el certamen de cine independiente más importante del orbe, también fue caso de estudio en la Universidad Centro. Hoy que cumple 20 años de su lanzamiento, se encuentra en remasterización para su reestreno. “Tony (Dalton) escribió el guión en dos semanas”, cuenta Alejandro Lozano, director del filme. “Al principio nos juntábamos en mi casa a rebotar ideas y con la idea clara que teníamos que hacerla porque nadie nos daría chamba”.
Cosío entró por pura intuición, porque además de la invitación a Matando Cabos, sobre la mesa tenía a Zapata, de Alfonso Arau con Alejandro Fernández, y la de Cero y van cuatro, filme compuesto por cuatro cortometrajes. “Me decían que ‘Zapata’ era un proyectazo, pero opté por los chavos”, ha dicho el actor.
Cuando arrancó el rodaje pasaron algunos incidentes entre la poca experiencia, los nervios y las ganas de hacer las cosas bien. En la pelea que sostienen “Mascarita” y “El Caníbal” (Silverio Palacios) contra un equipo de rugby, una falta de comunicación generó que no se colocara el vidrio templado que rompería un jugador lanzado desde adentro del bar. “Cuando se ve que los vidrios caen como navajas se ve espectacular... eran reales, por fortuna no pasó nada”, recuerda Lozano.
La noche anterior a su primer llamado, Rocío Verdejo (Lula, en el filme) celebró su cumpleaños con dos tequilas, pero no durmió por la tensión. Cuando le tocó hacer la escena donde llama a la casa de la familia de Cabos, se ve ansiosa. “La verdad me estaba muriendo de desvelo, a Raúl (Méndez, el antagónico principal) le dije que me iba a desmayar (risas). Luego cuando vi la película dije: miren, sirvió mi malestar”, comenta.
La secuencia en el estadio Azteca, ejecutada por el stunt Julián Bucio, también fue afortunada. Nadie calculó que el auto volcado tras una persecución llegara casi hasta la cancha, donde días después habría un partido oficial.
“Solo teníamos un auto, nada más y nadie sabía cómo había quedado, porque tenía que mandarse a revelar la película. Días después, cuando vemos que pasa arriba de una de las cámaras, estábamos maravillados”, señala Lozano. Matando Cabos recuperó su inversión un sexenio después de su estreno.