“No hay que ir a buscar la música, sino dejar que la música venga a ti. Para mí la música es el hombre jugando. Vengo del ambiente formal de los conservatorios. Eso va un poco en contra de lo que decía mi paisano más ilustre, Pablo Picasso: el artista es un niño hasta que se muere. A veces despierto una mañana y siento un deseo tan fuerte de hacer un arreglo de ‘Granada’, de Agustín Lara, o de ‘La Llorona’, que estoy sacando ahora, y de la que he escuchado todas las versiones posibles”, cuenta el guitarrista español Rafael Aguirre.
Sus palabras muestran la pasión, la forma en la que ciertas canciones pueden obsesionarlo y el papel que el juego y la carga emocional tienen en él a la hora de interpretar. Pese a su juventud, Rafael Aguirre (Málaga,1984) ha alcanzado grandes logros a nivel internacional en su carrera: desde ser nombrado Associate of the Royal Academy of Music de Londres hasta presentarse en el Carnegie Hall de Nueva York. Tras pocos días de haberse mudado de forma permanente a la Ciudad de México, Aguirre piensa, ahora, en cuál es el mejor sitio para debutar en la capital.
La ciudad tiene una ubicación estratégica, señala, porque es puente entre Sudamérica y Estados Unidos. Además, una parte de su corazón está en el país porque su esposa es mexicana y el contacto, el influjo de la cultura nacional, apareció varias veces en su vida desde que era muy pequeño, ya sea con las obras de Manuel M. Ponce o de Agustín Lara. Algo que se materializó años después, en 2012, cuando tenía 28 años y subió un video a Youtube interpretando “Granada” (en los próximos días, —cuenta— la Fundación Agustín Lara lo galardonará, precisamente por el homenaje que Aguirre le ha rendido a dicho cantante).
En su caso, la vocación es una especie de herencia familiar. El sueño de su abuela materna, refiere, era ser cantante de ópera, pero su familia no lo permitió: “Ella tenía muy buena voz, incluso la becó el Conservatorio de París. Recuerdo escucharla cantar ciertas arias de ópera; creo recordar que cantaba ‘Granada’, de Agustín Lara”.
Cuando era niño, relata, “no quería ser músico, quería ser futbolista o tenista, algo así, las figuras que salían en la televisión. Pero la música estaba en mi familia, no de forma profesional, pero sí con gente muy aficionada a la música, casi vocacional, se puede decir. A mí me dijeron: vas a estudiar música, como quien dice: vas a ir al colegio”, y recuerda que ese encaminamiento familiar hacia el arte se debió a que él poseía oído absoluto.