En 2003, un grupo de estudiantes ghaneses de cine decidieron hacer una versión africana de La bruja de Blair, pero real, por lo que llamaron a un hechicero para llamar a un espíritu e introducirlo en el cuerpo de uno de ellos. Pero todo acabó mal. Veinte años después, un joven y sus amigos quisieron replicar la experiencia y grabarla, sin saber que quizá solo quedaría eso de ellos.
Filme
Lo que pasó con estos últimos se verá en Obayifo Project, cinta española que se presenta en el marco de La Gran Fiesta del Cine Mexicano en Guadalajara y que recién acaba de entrar a Claro Video en todo Latinoamérica, incluyendo México.
Paco Arasanz es el realizador y escritor detrás del largometraje perteneciente al llamado Cine de Serie Z, que son aquellas de muy bajo presupuesto e historias de calidad inferior al de serie B. Pero de la Z han salido cintas de culto como “Sharknado”, los tiburones que son arrojados a todos lados por un tornado. “Lo que quería es que fuera una cinta z experimental, que fuera lo más real posible, que fuera casi el video de una boda para transmitir más realismo”, comenta el director.
Obayifo Project, que toma su título del nombre que se le da a un vampiro en África, recurre al found footage, recurso donde los personajes van captando con sus propias cámaras lo que sucede.
La película comenzó a ser escrita por Arazans en marzo del año pasado durante un viaje que hizo a Guadalajara, entidad que conoce bien. Y sin saberlo, Arasanz contrató a un actor que en su vida personal había tenido experiencia chamanesca. “El ritual que hicimos fue real, esa noche hubo gente que no quería salir del set. El chaman que elegimos había tenido experiencia, así que le puso más de lo que pensábamos. A mí me encanta el terror y como que estamos muy cerca de todo eso, por ejemplo, una misa no es otra cosa más que una invocación, es algo ancestral y no porque no creas, signifique que las cosas dejen de existir”, apunta.
Credibilidad
Lord Berko, Luciano Ciaglia y Favour David Iyawe encabezan el elenco de la historia filmada en Almería, España. En el rodaje se dio libertad al elenco para improvisar, para así tener mayor credibilidad en las reacciones.
“Todas las cámaras utilizadas las justifiqué en el guión, le puse también la suya al monstruo, al chamán, al personaje central cuando el fotógrafo no podía por espacio. Creo que gusta mucho (ese modelo de escenas) porque queremos estar dentro de ellas, todas las extrapolamos a nuestra vida, es como en los videojuegos que uno siente que es el guía del personaje, aunque te maten”, expresa el realizador.