Su historia a través del diseño gráfico

Estilo de letras, ilustraciones, portadas de libros, páginas de periódicos y revistas, carteles, folletos, pósters y etiquetas de alimentos. Es decir, la historia de un país y su identidad también se puede conocer a través de este tipo de objetos. Esto es lo que hizo Juan Pablo Fajardo, diseñador gráfico, tipógrafo y miembro de la Alliance Graphique Internationale, quien investigó y documentó la historia del diseño gráfico en Colombia. Este proyecto, que le llevó 10 años, devino en la exitosa exposición “Tipo, lito, calavera. Historias del diseño gráfico en Colombia”, que se hizo en 2022 y en la posterior publicación del libro con el mismo título.

Ahora, Fajardo conversa para reflexionar sobre el panorama del diseño gráfico en Colombia, de la estrecha relación que tiene esta práctica con la política y sobre lo que le espera al gremio en el futuro. Fajardo no forma parte del ámbito académico, se ha desenvuelto en el diseño gráfico en la industria editorial y fue uno de los fundadores de La Silueta Ediciones.

Inicios

Fue un día que, en una librería de viejo en Bogotá, encontró unas láminas de un alfabeto hecho por el diseñador Sergio Trujillo. Se sabía poco de quien había sido uno de los diseñadores gráficos más solicitados en Colombia en la década de los 50, por lo que su curiosidad lo llevó a adentrarse y averiguar sobre la historia del diseño gráfico en Colombia en el siglo XX, desde los primeros billetes, hasta la era del píxel.

En un campo con una predominante visión eurocéntrica, como lo es el diseño gráfico, el trabajo de Fajardo permite conocer con mayor profundidad un territorio casi inexplorado en este tema. “Colombia no ha sido protagonista del diseño gráfico como otros países, no por eso hay que pensar que lo que se hizo acá es menos interesante”, asegura Fajardo.

El investigador señala que la falta de una gran plataforma de validación es un elemento que no ha ayudado a impulsar el trabajo que se hace en Colombia, a diferencia de lo que ocurrió en México, con los Juegos Olímpicos de 1968. “La identidad gráfica colombiana está hecha de muchos fragmentos. Es un país complejo y se conecta mucho con la política, es un país muy radicalizado, un país en guerra. Además, es un país muy biodiverso y eso ha influido profundamente en la estética del país. Es difícil hablar de una sola manera de entender el país o usar pocas palabras que lo identifiquen, más allá de diversidad y complejidad”, declara Fajardo.

Relación con el mundo político

“No, con mayúsculas, negrillas, subrayado, resaltado”, es la respuesta de Fajardo ante la pregunta sobre si el diseño gráfico es ajeno a la política, una línea que fue relevante en su investigación. “Fue muy importante entender la política del país para hacer esa línea de tiempo. Los fenómenos políticos inciden en la estética. Política y estética van ligadas, si uno las separa, queda solo la forma de las cosas”, explica.

Fajardo plantea tres momentos en el que el “matrimonio” entre la política y el diseño gráfico fueron claves para Colombia. En los años 30 se construyó la “imagen de política novedosa”, cuando gente del Partido Liberal causó una ruptura con el gobierno conservador católico de los años 20. “Desde la política se decía que había que introducir ideas estéticas novedosas. Creadores le dieron nuevas formas a todo el estado colombiano”, cuenta.

Por ejemplo, el periódico Tierra, que circuló en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (de 1934 a 1938), se destacó porque su discurso visual era igual de potente que su contenido. Esa publicación consolidó a su director artístico, Efraím Gómez Leal, como una de las figuras más importantes en el diseño gráfico colombiano.

La reivindicación de los pueblos originarios, la lucha por la tierra y el relato de la colonización también ocupó un lugar importante en la conversación pública y fue representado gráficamente por Francisco Tumiña Pillimué y Manuel Quintín Lame Chantre.

“El Bogotazo”

Otro punto clave fue “el Bogotazo”, una serie de revueltas que ocurrieron después del 9 de abril de 1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, candidato del Partido Liberal y favorito a la presidencia. “Ahí hay un antes y un después. Hay una vuelta a un mundo conservador. Ese fenómeno transformó todo, evidentemente la estética. Gaitán trae una estética detrás, traía una estética muy nacionalista. Pero eso es cortado de raíz con el asesinato y vuelve otra vez una estética medio facha”, explica.

La imagen del político Jorge Eliécer Gaitán levantando un puño al aire, presentada en un cartel que decía “Con Gaitán a la victoria”, se grabó en el imaginario colectivo. A su vez, el diario Jornada —fundado por el candidato— comenzó a competir con Avante, un semanario conservador que recurrió al color rojo y “letras eléctricas” en su encabezado.

Este estilo no fue casualidad, sino que fue la estrategia para confundir al lector y hacerlo creer que consultaba una publicación liberal. En aquella época destacó el trabajo del ilustrador italiano Rinaldo Scandroglio, quien a su llegada a Colombia era parte de la corriente futurista. El italiano fue descrito como “un apasionado fascista y seguidor de Mussolini” y trabajó en la revista Cromos; además hizo trabajos publicitarios, pero también para entidades del gobierno.

El tercer punto fueron las décadas de los 80 y 90, con la cultura del narcotráfico y la guerrilla. En Tipo, lito, calavera. Historias del diseño gráfico en Colombia, Fajardo señala que la violencia silenció la voz de miles de colombianos, pero que, paradójicamente, la juventud se expresó en espacios alternativos de la escena del rock.