Villoro, una apuesta por la resistencia
El escritor y periodista mexicano propone en No soy un robot defender la cultura escrita, la verdad y el libre albedrío. Cortesía

Una defensa de la cultura de la letra, de la verdad, de la mirada crítica, del cambio, de la diferencia, del libre albedrío. Es lo que propone el escritor y periodista mexicano Juan Villoro (1956) a través de su libro más reciente No soy un robot (Anagrama), al que califica como “militante”. “Desde los siglos XII y XIII, que se pasó de la lectura colectiva en voz alta a la individual y silenciosa, no había cambiado tanto nuestra manera de leer como en la era digital”, afirma el novelista y cuentista en entrevista con Excélsior.

“Hoy, la cultura de la letra se ha vuelto atmosférica. Nos enteramos de cosas sin saber cómo nos llegaron. Encendemos la computadora y de pronto nos llega una alerta. Un mensaje zumba en nuestro teléfono. Subimos a un elevador y hay una banda luminosa que nos da una noticia. Estamos inmersos en la cultura de la letra de otra manera, aunque no estemos aparentemente actuando como lectores.

El ensayista y cronista considera que la lectura y los libros “dan un marco amplio para comprender la galaxia digital y, sobre todo, para saber lo que te conviene o no, lo que debes descartar. La cultura sirve para diversificar el conocimiento, para que entiendas que hay cosas que no sabías que te podían gustar y, sin embargo, te gustan. Defender la cultura de la letra es defender la cultura de lo múltiple.

En el libro no trato de que abandonemos el mundo de la tecnología, sino de que combinemos sus muchos estímulos con una mejor manera de entenderlos, que proviene de los libros”, añade.

El también autor de literatura infantil y juvenil y de obras de teatro explica que No soy un robot “defiende el acervo cultural que nos han dado los libros, impresos o electrónicos. Trata de reaccionar ante la posible desaparición de estos, entendiendo que se trata de instrumentos útiles para comprender las transformaciones que vivimos y aprovecharlas mejor”.

Finalmente invita a recuperar el libre albedrío. “Ese es un ejercicio de resistencia que se ve reforzado por la lectura. Si seguimos conversando en silencio con los autores, estamos interpelando al mundo, no estamos obedeciendo. La lectura literaria es transformada por los lectores”.