“¡Perdóname, Mitracio! -le suplicó la esposa a su marido desde el lecho donde él la sorprendió yogando con un desconocido-. ¡Fue el deseo de la carne lo que me llevó a entregarme a este hombre!”. Respondió el airado cónyuge: “¿Y yo qué soy? ¿Verdura?”. Babalucas le dijo a su mujer: “Hace días que mi amigo Castorio no me llama por teléfono ni me envía un mensaje”. “¿No supiste? -replicó la señora.-. Castorio falleció”. “Ah, menos mal -se tranquilizó Babalucas-. Pensé que estaba enojado conmigo”. Doña Jodoncia se dirigió a su esposo, don Martiriano: “Te veo preocupado. ¿Qué te pasa?”. Contestó él: “Mataron al hombre que me presentó contigo. Yo seré el primer sospechoso del asesinato”. Una linda chica y su novio acudieron a una sala de tatuajes. La muchacha le dijo al encargado: “Queremos que nos ponga ‘De ella’ y ‘De él’ ya sabe usted dónde”. Los norteamericanos hacen sus casas para que duren 30 años, y sus carreteras para que duren toda la vida. Los mexicanos hacemos nuestras casas para que duren toda la vida, y nuestras carreteras para que duren 30 días. Pocos personajes tan agradables y simpáticos he conocido como Enrique “El Güero” Marroquín. Don Braulio Fernández Aguirre, gobernador entre los mejores que ha tenido Coahuila, mi natal Estado, lo nombró titular de la Junta Local de Caminos, y le encargó la pavimentación del trazo que llevaba desde la carretera 57 hasta la histórica hacienda donde Carranza promulgó el Plan de Guadalupe, en el cual desconoció a Huerta e inició la revolución constitucionalista. Cada año se celebra el aniversario de ese acontecimiento, y en aquella ocasión iba a asistir a la ceremonia el presidente de la República. Le preguntó don Braulio al Güero: “¿Terminarás la carretera antes del 26 de marzo?”. “¡Uh, Braulio! -le contestó don Enrique-. ¡Para ese día ya hasta la voy a andar bacheando!”. Recordé la anécdota cuando vi en Reforma una invitación a los lectores para que informen de algún bache que conozcan. La nota me hizo traer a colación otro suceso. En la calle principal de cierta colonia de clase media en Monterrey había un hoyanco que causaba inconvenientes de todo orden a los automovilistas: reventones de llantas, daños a los vehículos, etcétera. Inútilmente los vecinos habían pedido una y otra vez a la autoridad municipal que tapara aquella zanja. La tal autoridad ni los oía ni los veía. Idearon entonces un ingenioso plan que aunque no tan importante como el de Carranza resultó igual de efectivo. Celebraron el primer aniversario del bache. Llamaron a la prensa, la radio y la televisión, y en presencia de un nutrido grupo de residentes le llevaron al bache su pastel, con la velita de un año, que en nombre y representación del hoyanco apagó una vecina en medio de aplausos entusiastas y al son de Las Mañanitas, interpretadas por un mariachi entre globos, confeti y serpentinas. La festiva ocasión fue reseñada en los medios y comentada jocosamente en toda la ciudad. Esa misma tarde una cuadrilla enviada con premura por el Municipio tapó el famoso bache. Ya hubiera querido don Venustiano que su revolución hubiese salido triunfadora con igual celeridad. Espero que la convocatoria de Reforma mueva a las autoridades responsables a atender el problema de los baches citadinos, y aprovecho la ocasión para desear que algún día salga nuestro país del profundo, enorme bache en que lo dejó López Obrador. Noche de bodas. Al lado de su exhausto maridito la recién casada llamó por el celular a su mamá y le dijo: “Mami: acabo de descubrir que las mujeres no somos el sexo débil”. FIN.

Mirador

Por Armando Fuentes Aguirre

El padre prior le ordenó a San Virila que ya no anduviera por ahí haciendo milagros.

-Yo no los hago -respondió el frailecito-. Se me salen.

-Pues detenlos -le dijo el superior.

Al día siguiente iba pasando San Virila frente a la catedral en construcción cuando oyó un grito. Sucedió que un obrero que trabajaba en lo alto de la aguja perdió pisada y se precipitó al vacío. Seguramente iba a perder la vida. San Virila hizo un movimiento con su mano y el hombre quedó suspendido en el aire.

-Espera un poco, hermano -le indicó el santo-. Voy a pedirle permiso al padre prior de traerte al suelo.

El prior autorizó el milagro, y San Virila hizo que el trabajador descendiera suavemente hasta llegar sano y salvo al piso.

-¡Gracias! ¡Gracias! -clamó el obrero echándose de rodillas ante su salvador.

-Vaya -le dijo San Virila-. Tú acabas de hacer un prodigio más grande que el mío. Hiciste el raro milagro del agradecimiento.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“Varios trenes de pasajeros anuncia Claudia Sheinbaum”.

Comentadores certeros

están augurando ya

que quizá trenes habrá,

pero no habrá pasajeros.