Al salir de su casa en la mañana don Augurio Malsinado pisó una caca de perro. Supo entonces que ese día no iba a ser su día. Debo informar a mis cuatro lectores que la adversidad persigue siempre al buen señor. Su primera esposa lo abandonó, y la segunda no. Ansioso de mejorar su suerte acudió a la consulta de una adivinadora. Le llamó la atención el hecho de que la bola de cristal de la mujer tenía tres agujeros. Se interesó en saber por qué. Explico la vidente: “Es que por las noches juego boliche”. Le pidió don Augurio que le profetizara el porvenir. Tras de clavar la vista en la tal bola anunció con voz grave la sibila: “Tu padre vendrá a verte esta semana”. “Éjele -se burló Malsinado-. Mi padre falleció hace cinco años”. Declaró la mujer sin alterar el tono: “El esposo de tu madre falleció hace cinco años. Tu padre vendrá a verte esta semana”. Oscuro se ve también el futuro de nuestro país. Se ha apoderado de él un partido propiedad de un solo hombre, López Obrador, que ha incrustado ya a su hijo en la organización a fin de perpetuar su mando. El PRI duró siete décadas en el poder. Morena lleva el mismo rumbo, pero con peores defectos que los del partido tricolor. Tiempos difíciles aguardan a México en manos de una camarilla que todo lo destruye y no construye nada. El novio de Susiflor le dijo al papá de la chica que deseaba hablar con él. “Adelante, Leovigildo -lo animó el progenitor-. Siéntate y dime con la mayor confianza qué es lo que quieres”. “Señor -vaciló el muchacho-. Usted sabe que Susiflor y yo tenemos ya dos años de noviazgo. Soy una persona seria, y quiero pedirle que…”. “¡Claro, hijo mío! -prorrumpió el señor al tiempo que se ponía en pie y lo abrazaba lleno de entusiasmo-. ¡Cásense! ¡Tienen no solo mi permiso, sino también mi bendición y mi deseo de eterna bienaventuranza! ¡Que sean muy felices!”. “Er. -balbuceó el joven-. No se trata de eso, señor. Sucede que debo ya tres mensualidades de mi coche, y si no pago mañana me lo van a quitar. Quiero pedirle 15 mil pesos prestados”. “¡Infeliz! -se levantó el señor, furioso-. ¿Por quién me tomas? ¿Acaso soy tu banco, desdichado? ¿Cómo piensas que te puedo prestar ese dinero, si apenas te conozco? ¡Largo de aquí, insolente!”. Y así diciendo lo echó de su casa. La esposa de don Cucoldo pasó a mejor vida. En el funeral el viudo afrontaba el trance con estoicismo. En cambio un compadre suyo que según fama pública había tenido relaciones extramatrimoniales con la difunta lloraba desconsoladamente abrazado al ataúd. Fue hacia él don Cucoldo y le dijo con acento de ternura: “No se aflija, compadrito. Le prometo que me volveré a casar”. Weiss Müller, campeón olímpico de natación, conoció en Roma a una bella italiana de hermoso rostro y atractivas formas, y al punto se enamoró de ella. Después de un breve cortejo la desposó. Llegados al hotel donde pasarían su noche de bodas él se puso de inmediato su traje de baño y atravesó de un lado a otro, en cosa de segundos, la extensa alberca del lugar. Grande fue su sorpresa cuando ella cumplió la misma hazaña en la mitad del tiempo. La abrazó lleno de emoción: “¡Mi vida! ¡No sabía que eres también campeona de nado!”. “No lo soy -aclaró ella-. Lo que pasa es que fui mujer de la calle en Venecia”. Don Pensilio era de madura edad. Aun así su esposa lo halló un día en el lecho conyugal refocilándose con una morena de exuberantes prendas físicas. “¿Qué haces, infame?” -le gritó, iracunda. Pregunta ociosa, pienso, pues a las claras se veía lo que el señor estaba haciendo. “Ni me digas nada -contestó él-. Recuerda que cuando me jubilé me sugeriste que me buscara un hobbie”. FIN.
Mirador
Por Armando Fuentes Aguirre
Una de las muchas delicias gastronómicas de mi ciudad, Saltillo, son los lonches de ternera.
Es fama que los introdujo un señor que dejó de sí grata memoria, don Teodoro Kalionchiz, restaurantero de origen griego. Sus descendientes gozan de aprecio general.
Ahora los ricos lonches de ternera, lo mismo que los sabrosos tacos y las inefables palomitas -la carne envuelta en tortilla de harina-, se disfrutan en el Café Viena, el más querido y tradicional de mi solar nativo. La familia Molina ha hecho de ese establecimiento un entrañable sitio al que los saltillenses acudimos para gozar las galas de gula que ahí se ofrecen con amabilidad y buen servicio.
He aquí que la palabra “lonche”, contrariamente a lo que se podría pensar, no viene del inglés lunch, sino del vocablo castellano “loncha”, que en este caso designa a una porción delgada de alimento puesta entre dos trozos de pan.
Me gustan mucho las palabras, pero me gustan más los lonches de ternera. Al pensar en ellos se me hace agua la boca, cosa que no me sucede al pensar en las palabras.
¡Hasta mañana!
Manganitas
Por AFA
“Escaseará el agua”.
Rascándose la cabeza
manifestó un temulento:
“Que no falte ese elemento.
Sirve para hacer cerveza”.