Mundo al revés

El último día

Con franqueza me quedé paralizado, hace poco más de un lustro, al escuchar, por las redes sociales dominantes los gritos en Brasil tras la victoria de Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal, el ultraderechista que no ha tenido rubor para declararse a favor de la tortura, contra las mujeres en puestos públicos y los grupos minoritarios:

-¡Viva la dictadura!

No hay precedentes de tal cosa en una nación en aparente paz. Quizá con Mussolini o con Hitler, y en México bajo la batuta de los efímeros e ilegales imperios de Iturbide, el enajenado barbudo de Miramar, López de Santa Anna o Porfirio Díaz, pero siempre para acotar derechos a cambio de obras de relumbrón –digamos al estilo de la Puebla que fue del extinto Moreno Valle, cuyo asesinato sigue siendo una mancha de la 4T-; podría concebirse este escenario que, equivocadamente, creímos superado y ahora nos salpica el rostro, todo el cuerpo, la vida. El mundo vota al revés, en cada una de las esferas conocidas, o se deja llevar por la manipulación mediática ahora, sobre todo, por internet. Finalmente, a Bolsonaro le redujeron, al fin, cuatro años después para permitir el retorno del excarcelado Lula da Silva. Los brasileños pudieron recuperarse del golpe de la dictadura de derecha para pasar a la de izquierda.

Lo que no cede es la diferencia de clases, ni bajo la autocracia ni elevando la fe democrática al estilo de quienes la ofrecen para luego instalarse en el poder por una eternidad. Es también el caso de México, a partir de diciembre de 2018, aunque no sé hasta cuándo aguantará el tejido social un engaño de tan altas dimensiones. Las cuerdas están por romperse.

Por ejemplo, la consulta dirigida sobre dónde debía ubicarse el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, no se dio en términos democráticos mínimos. La tinta sobre mi pulgar se esfumó en dos horas aunque, claro, por dignidad solo crucé una sola boleta y no cinco como presumieron algunos, los más infiltrados del viejo priismo, en medio de una secuencia de curvas sinuosas, sin control, y con la pobre convocatoria de un millón 67 mil personas –sin que pueda precisarse a quienes se burlaron del proceso acudiendo dos o hasta cinco veces a las mesas-. Pobre, insisto, porque un ejercicio de esta naturaleza, a nivel nacional, no puede darse por válido con apenas el uno por cierto de concurrencia respecto al registro del Padrón Electoral que es de casi 90 millones de ciudadanos. Y, con ello, siguieron los lopezobradoristas tuertos insistiendo en consultas y plebiscitos fantasmales.

Por supuesto, las cosas subieron de color al demostrarse, gracias a un conteo ciudadano ejemplar encabezado por Eduardo Novoa, que nos asfixió el fraude cibernético y la mañosa huida de la candidata opositora el pasado 2 de junio para posibilitar la asunción, mañana mismo de la nueva “reina”, Claudia Carlota I, como la bautizó su peligroso antecesor, el mayor rufián de Tabasco.

Mientras ello sucedía, creció la violencia en la frontera entre México y Guatemala, se redujeron espacios a los miembros de la célebre caravana y estos fueron rescatados por los pobladores de los municipios más humildes, quienes siempre son más generosos, dotándoles de alimentos, mantas y zapatos. El ejemplo de hospitalidad de los mexicanos contrasta con los planes desiguales y denigrantes de los gobiernos atenidos a las instrucciones y deseos del “anaranjado” señor Trump y ahora de la momia Biden, los más antimexicanos de los mandatarios estadounidenses de la historia y los más ambiciosos en cuanto a sus proyectos de expansión. Con los dos se muestra sumiso el mesías de Macuspana aunque desfilen un contingente de Rusia, otro de China y varios más de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador y República Dominicana. Todos con olor a dictadura.

¿Qué va a hacer el gobierno de México ante esta crisis que se arraiga? ¿Consultar si los miembros del nuevo gabinete, igualmente el ampliado, merecen o no la confianza pública, un asunto mayor al del aeropuerto? ¿O pedir la opinión del uno por cierto de los empadronados para decidir si deja al Ejército patrullando las calles o si sostiene otra guardia nacional supliendo a la infecunda gendarmería de Peña? Y falta, claro, la cereza del pastel: actuar contra los exmandatarios predadores, con pruebas suficientes, más allá de la infecunda consulta de agosto pasado. La falacia mayor fue incitar a realizarla para luego ponerse de lado de quienes, los menos, optaran por no proceder contra ellos tirándole el balón al Senado y a la Corte, ahora en cauce de ser acuchillada por una reforma ilegal. Jamás un presidente saliente había mentido tanto.

En buen lío estamos todos.

La Anécdota

La mayor parte de la comunidad nacional se mostró indiferente a la primera consulta ordenada por quien ejerce el poder omnímodo de la República, Andrés Manuel. No se diga otra cosa cuando es evidente el control que ejerce sobre el Congreso, la Conago en crisis y la sociedad civil, sobre todo de cuantos conforman sus gladiadores incondicionales también expertos en la manipulación colectiva: “nunca antes nos habían tomado en cuenta”, aducen los defensores de la 4T, olvidándose de otro ejercicio fallido cuando Andrés ocupaba la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal y solicitó la opinión de los citadinos sobre los husos horarios, negándose a aceptar los cambios en verano e invierno.

La indiferencia fue igualmente el signo. Primero, rompamos la desigualdad social y después confirmemos la importancia de la democracia; más en un mundo que marcha hacia el fascismo acaso porque la democracia ha sido ya rebasada por los intereses corporativos y las grandes complicidades con los gobiernos turbios y repulsivos.

Pero la palabra está empeñada y es menester que la cumpla la “reina”, máxime que los expresidentes no han dejado de ser “chachalacas” o palomitos que cubren con modelos sus verdaderas tendencias. Lo mismo que Andrés: ¿es o no fascista? Voto por lo segundo y se va con el desprecio y acaso el odio de buena parte de los mexicanos.

loretdemola.rafael@yahoo.com