La Oscuridad de Sedena
Derrotada la Democracia
No es cualquier cosa. El descubrimiento sobre las partidas oscuras entregadas al Ejército que incluso suman 113 mil millones de pesos, una cantidad superior que se divide por regiones en donde, se supone, tienen más presencia los cárteles y otras bandas criminales, es demostración fiel de que también en el área del presupuesto nacional la cadena castrense maneja las cuerdas y determina el destino del patrimonio que debiera ser de todos los mexicanos. Y ahora, además, con la Guardia Nacional incluida.
Este solo hecho es demostración asimismo del grado de control de los altos mandos militares, el general Ricardo Treviña Trejo y el almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles -quien mantiene un bajo perfil ante el titular de la Sedena por cierto-, están ocupando los vacíos que dejó López Obrador. Hay quienes piensan que no fue él quien gobernó sino los uniformados. Acaso, por eso pidió la administración del Aeropuerto de la Ciudad de México para luego contratar ¡seguridad privada!.
El tema está cobrando cada vez más importancia al tiempo que corren los días y se demuestra no solo la arrogancia del general secretario sino la imposición de criterios incluso ante quien fue secretario de Gobernación atemorizado, el tabasqueño Adán Augusto López Hernández, más preocupado por tomar oxígeno para recuperarse tras su frustrada carrera sucesoria y no ser arrastrado por las evidencias sobre sus vínculos con el narcotráfico y la designación de Guillermo Arturo del Rivero León como secretario de Gobierno en Tabasco, durante la gestión de Adán como gobernador de esta entidad, a sabiendas de los nexos con los sicarios de los varios cárteles operativos en su territorio.
Debe subrayarse que las filtraciones de la cantadora guacamaya se dieron, curiosamente, luego de que se puso en el banquillo de los acusados a altos mandos militares por el caso terrible de Ayotzinapa, en septiembre de 2014, que desbarató al gobierno peñista menos de dos años después de su asunción a la Presidencia de la República. No es poco probable que el hackeo, que también se dio en otras naciones, haya tenido la condición de una contraofensiva militar para detener las indagatorias que involucraban al primer piso de la autoridad castrense.
No debe olvidarse uno de los hechos más vergonzosos de la administración anterior: la repatriación del general Salvador Cienfuegos Zepeda, titular de la Sedena durante la presidencia de Peña Nieto y formador del general Luis Cresencio Sandoval, quien le sucedió en la encomienda, precisamente en noviembre de 2019, esto es apenas dos meses después de la captura y liberación de Ovidio Guzmán López el 17 de octubre del mismo año. Fuero dos golpes que mostraron el músculo de la milicia frente a un gobierno acorralado pero, al mismo tiempo, en el escaparate nacional mostrado como autoritario, persecutor de la libertad de expresión y abominable en cuanto al número de asesinatos durante el periodo constitucional: hablamos de 200 mil víctimas. ¡Y hasta lo condecoraron por sus logros!
De allí la soberbia del exsecretario Sandoval cuando despreció la invitación de la Cámara de Diputados para explicar el rumbo de la militarización y las filtraciones o hackeos sufridos por la dependencia; a cambio de ello invitó a los diputados a acudir a sus oficinas negándose estos razonablemente. Sin embargo, el 20 de octubre de 2023, hace apenas un año, compareció ante el Legislativo la entonces secretaria de Seguridad Pública y ahora titular de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, eso sí, flanqueada por el general Sandoval y el almirante Rafael Ojeda Durán, esto es los entonces jefes de las milicias y los marinos, en clara muestra de que estos solo acuden cuando quieren y no bajo la fuerza de la ley. Desde entonces, están desatados.
La Anécdota
Por otra parte, la alarma está sonando con fuerza y el motivo es evidente: se anuncia un terremoto que sería devastador en materia electoral con una nueva composición del INE. Una situación, por decir lo menos, contraria a cualquier norma de convivencia civil y, de plano, semejante a las épocas del fascismo y sus títeres.
La devastación del INE, como lo han señalado los expresidentes Zedillo, Fox y Calderón -este último en un foro en España-, significaría, ni más ni menos, el fin de la democracia en México porque, además, no sería nada improbable que el Ejército y sus mandos tomaran los hilos conductores de las próximas elecciones, comenzando con las de 2023 en el Estado de México y Coahuila considerando además los agrios enfrentamientos entre los partidos líderes de ambas contiendas; los feudos son del PRI y las estructuras las han hecho paralelas Morena y secuaces.
Desde luego, ese sería el ensayo ideal para ejercitar a quienes están dispuestos a alterar, vulnerar o desviar la voluntad de la ciudadanía y sería tanto, como explican los expresidentes -sin que ello signifique justificar sus tremendos yerros a lo largo de sus sexenios fracasados-, como cavar la sepultura para los magros intentos de democracia que se han dado en México, todos ellos traicionados por los mandantes conocidos, entre ellos los tres que se quejan de lo que ya parece inevitable... sin contrapesos posibles.
El destino nacional depende, entonces, de una reforma electoral muy cabildeada al interior del Legislativo en donde ha sido evidente la cooptación de diputados y senadores, de débil voluntad y escasos principios, dispuestos a seguir las consignas de la Morena sobrerrepresentada y poner así fin a la historia o, más bien, historieta de la vida nacional. Pobre México que lo sigue tolerando.
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