Defensa soberana

Mensaje a Claudia

La defensa de la autodeterminación de los pueblos, a través de la Doctrina Estrada, es fundamento de la diplomacia mexicana si bien con la derecha en el poder se agrietó este valladar indiscutible para frenar los múltiples acechos de los poderosos, algunos de los cuales se convirtieron en intervenciones, incluso tecnológicas y hasta ideológicas, durante los siglos anteriores y el actual. A vuelo de pájaro podríamos concluir que la tragedia real de México es la de no haber sido libre, verdaderamente libre, en ninguna época; pero, ¿quién lo ha sido?

Sin duda fue por este hecho, al principio, la postura del expresidente López Obrador respecto a la crisis venezolana significó un apoyo a la dictadura de Nicolás Maduro Moro, quien dista mucho de ser como su predecesor en cuanto a convocatoria, control interno y defensa de la soberanía de su país; muchas veces escribí que hubiera deseado que algún mandatario mexicano hubiese sido tan firme como Hugo Chávez en la protección de los grandes intereses de nuestro país en la era de mayor entreguismo, desde el régimen de Miguel de la Madrid hasta el de Peña, quien debiera estar en condición de prófugo, pasando por los doce años de las ominosas administraciones de la derecha en donde se llegó al extremo de romper con los principios torales de nuestra diplomacia para aceptar el cúmulo de condiciones de USA contra nuestra pobre economía y nuestra devastadora desigualdad social acrecentada, al máximo, por el neoliberalismo empobrecedor y miserable.

Por ello Chávez llamó “cachorro del imperio” a Fox, aunque tal epíteto nos cayera en el hígado a todos los mexicanos. De igual manera dejamos de ser aliados, de facto, de la Cuba de los Castro y ahora de Miguel Díaz-Canel –dictadura para muchos, incluyendo a Chávez, quien así lo dijo en su arranque presidencial-, pero que representaba un enorme muro de la razón contra la pretendida hegemonía norteamericana. Perdimos mucho, en esencia, al hacer un lado la dignidad y el decoro para asegurar, de rodillas, la continuidad política en una nación que demandaba un cambio de verdad y no una brutal simulación en la cúspide. Hoy, su sucesor Maduro es un dictador imparable que holló el suelo mexicano por una absurda cumbre en Palenque, bastante desairada.

De allí la convocatoria del gobierno mexicano, que se quedó en el aire, por mediar en la compleja conflictiva de Venezuela SIN tomar partido aunque con ello se terminara la ambigua y hasta cursi relación con la Casa Blanca que fue del anaranjado Trump, a donde quiere volver, un fenómeno de la naturaleza empeñado en gobernar al mundo bajo la fútil sentencia de que es el “líder del mundo libre” que se adjudica a los mandatarios norteamericanos siempre y cuando estén alineados los demás a los caprichos y estridencias de Washington. Y va de nuevo con denuncias a cuestas; no lo detiene la ley como tampoco a Claudia Sheinbaum.

México es mayor a los desafíos, incluyendo sus frecuentes traspiés políticos, y está de pie. No caigan los extremistas en la trampa de la injerencia porque con ello abrirían un surco inmenso para colocarnos la soga al cuello siendo, además, vecino de la mayor potencia militar del mundo, aunque ya compite en cuanto a la solidez económica con Rusia y los gigantes de Asia que conformaron un muro para evitar asonadas en Sudamérica, como ha ocurrido en otras ocasiones, comprometiendo el destino del mundo.

Menos mal que todavía existen equilibrios.

La Anécdota

Es un mensaje para Claudia Sheinbaum apelando a su cargo y al primer año de su ejercicio:

Bien sabe la presidenta los prolegómenos sobre el crimen contra Carlos Loret de Mola Mediz, mi padre, en febrero de 1976. Han pasado más de tres décadas, 38 años exactamente, en las que he clamado por justicia sin creer en los órganos encargados para ella.

Por ello le solicito reabrir al caso y averiguar sus desviaciones aún a sabiendas de que el principal sospechoso de la autoría intelectual del bárbaro suceso recae en un miembro del gabinete ampliado de su predecesor: Manuel Bartlett, por ahora desempleado y con la espada de Damocles encima. Como creo en su postulado esencial, como copia del pregón de AMLO, “al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie”, confío en que tomará el asunto en sus manos para devolverme, a mí y a todo el gremio periodístico afrentado, la seguridad de que la impunidad no reinará más en México.

Respetuoso de su investidura, espero una respuesta como lo he hecho por treinta y ocho. No encoja los hombros como cuando se siente incómoda ante una defensa justa.

loretdemola.rafael@yahoo.com