México es un país de asilo. En el sexenio que concluyó, más de medio millón de personas solicitaron la condición de refugiado en el país, que desde 2021 está entre los primeros del mundo en recibir más solicitudes. El sistema de asilo se fortaleció como nunca desde 2018, convirtiendo a México en un referente en protección internacional en la región y a nivel global.
El cambio de administración ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la evolución en la protección de las personas refugiadas y delinear los retos para el gobierno entrante, al tiempo de resaltar las oportunidades que conlleva la movilidad humana.
Con la suma de distintos actores, hemos logrado configurar una receta efectiva para brindar protección y soluciones a las personas refugiadas.
Sin embargo, no basta tener la receta para consolidar el modelo de atención, se requiere contar con ingredientes suficientes y con chefs que lleven la receta a término e incorporen o quiten ingredientes según sea necesario.
Más de la mitad de las personas que llegan de manera irregular declaran que la violencia es la causa principal de desplazamiento. El desplazamiento forzado se ha acentuado en varios países, implicando la constante llegada de personas de Honduras, Guatemala, Haití, Venezuela, Colombia, Nicaragua, Ecuador y Cuba, de donde provienen la mayoría de quienes solicitan asilo.
Casi todos llegan desde la frontera con Guatemala, de ahí la importancia de apoyar a las administraciones locales de Chiapas y Tabasco, que ofrecen servicios con limitado presupuesto. El Centro Multiservicios en Tapachula contribuirá a brindar una respuesta más adecuada.
A las llegadas desde el sur hay que sumar a quienes llegan del norte, devueltos desde EE.UU., donde han aumentado las dificultades de acceso y estadía. Un sueño americano que, por voluntad u obligación, termina siendo mexicano.
Estas dinámicas han resultado en una creciente presión para la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), que cuadruplicó su capacidad de procesamiento, sus oficinas pasaron de tres a trece, en colaboración con Renapo lograron simplificar y agilizar la obtención de documentos como la CURP, se digitalizaron y simplificaron procedimientos y pasó a ser un referente en la calidad del sistema de asilo.
Más de 45 mil personas refugiadas se han integrado en México, contribuyendo a la economía, a la cultura y a las comunidades. Ante la falta de mano de obra en América del Norte, es imperativo aprovechar el capital humano de las personas en movilidad. La integración es un ganar-ganar-ganar para las personas, las empresas y los gobiernos.
México tiene los elementos necesarios para recibir, estabilizar e integrar a un elevado número de personas que llegan irregularmente, pero persisten retos para consolidar los resultados y asegurar continuidad.
Aunque las personas solicitantes de asilo y refugiadas tienen derecho a una estadía regular, desde finales de 2023 han dejado de recibir documentación migratoria, impidiendo su acceso a servicios y al empleo.
La Comar depende de financiamiento externo, la inclusión financiera es limitada y faltan alternativas para regularizar personas que no califican como refugiadas, pero quieren quedarse en México. El desplazamiento interno es una realidad y no hay una ley federal para caracterizarlo, identificar atribuciones y asegurar respuestas.
Reconozco la apertura al diálogo constructivo a nivel federal, estatal y municipal que nos ha permitido apoyar esfuerzos para ampliar la protección internacional.
Juntos podemos ir lejos y con el liderazgo de instituciones públicas, alineamiento de esfuerzos regionales y manteniendo a las personas y los derechos al centro de la agenda pública, mucho se puede alcanzar.
Políticas públicas eficaces tienen que involucrar a las agencias del Sistema de Naciones Unidas, donantes, sociedad civil, sector privado, comunidad académica, medios de comunicación y, sobre todo, a las personas refugiadas. Es esencial mantener una narrativa basada en hechos que mantenga los derechos al centro, que apoye la inclusión y ayude a combatir la xenofobia.
Me permito identificar algunos ingredientes esenciales de la “receta mexicana”: 1) marco normativo, 2) procedimiento justo y eficaz, 3) presupuesto suficiente, 4) ruta clara de acceso a servicios y documentación, 5) apoyar un narrativo basado en hechos y que favorezca la inclusión y 6) atención especial a grupos poblacionales por su edad, género y diversidad.
La receta debe adaptarse según el contexto, pero no puede permanecer guardada en un cajón. Al consolidar un sistema de asilo fuerte, México brinda una respuesta humanitaria a la movilidad humana y puede contribuir a estabilizar e integrar personas que buscan protección y una segunda oportunidad. Acnur está en total disposición de seguir sumando y colaborando.