A partir del 17 de octubre de 2024, en el Muro de Honor del Senado de la República, se puede leer, grabada en letras doradas, la leyenda: “A las sufragistas que nunca se rindieron ni abandonaron la lucha por la libertad”; develada en sesión solemne en esa fecha emblemática que, en el año 1953, se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Decreto de reforma constitucional que reconoció a las mujeres plena ciudadanía y, con ello, el derecho de votar y ser votadas.
Esa leyenda en el seno del Senado Mexicano es un justo homenaje a todas esas mujeres que, en los albores del siglo XX dieron férrea batalla, y a las que —desde entonces— les siguieron en la lucha por el voto femenino.
Aquellas cuyo nombre ha trascendido a las páginas de nuestra historia como el de Hermila Galindo, Elvia Carrillo Puerto, Rosa Torres González, “Cuca” García, “Chole” Orozco, Amalia Caballero de Castillo Ledón, entre muchas otras más, pero también para aquellas sufragistas que, de manera anónima, con el mismo arrojo y convicción, hicieron causa común por la igualdad y libertad de que hoy gozamos las mujeres, por el derecho a decidir, el derecho a expresar, el derecho a participar.
Además, es la primera vez que esta distinción se otorga a un grupo de mujeres; hasta ahora, ninguna había sido motivo de este reconocimiento por el Senado de la República.
Hoy, gracias a ellas, que nos dieron voz y presencia, que nos abrieron la puerta a la participación política, es que tenemos una mujer en la Presidencia de la República y un Congreso Federal paritario; congresos locales, incluso, con una presencia mayoritaria de legisladoras; 13 entidades de la República son gobernadas por una mujer; en la Corte por vez primera concurrimos al Pleno 5 ministras, y cada vez suman más en espacios de decisión.
Mujeres que hoy continuamos con esa lucha desde nuestra trinchera, abriendo nuevos horizontes para nuestras niñas y jóvenes; dando cauce a las demandas de aquellas que claman justicia de puertas abiertas para la defensa de sus derechos.
Hoy, gracias a ellas, a su perseverancia, se han alcanzado conquistas que materializan en un amplio marco jurídico para la protección de los derechos de la mujer, de las niñas, niños y adolescentes, que pronto encontrará un asidero más sólido en la iniciativa de reformas a la Constitución que envió al Senado la doctora Claudia Sheinbaum, apenas asumió la Presidencia de la República.
Una reforma con la que se eleva a rango constitucional la igualdad sustantiva de las mujeres y el derecho a vivir una vida libre de violencias, así como impone el mandato para reducir y erradicar la brecha salarial, entre otras modificaciones.
Es innegable que aún existen fuertes rezagos, espacios donde las mujeres están ausentes, donde prevalecen arraigados patrones de una cultura patriarcal; lo más grave, las violencias de que son víctimas, la más severa, la violencia feminicida que en México cada día cobra la vida de entre 9 y 10 de nuestras mujeres, cuyos victimarios en muchos casos viven en la impunidad, cuyos hijos e hijas quedan en la orfandad y el desamparo.
Por ello, desde el ámbito en que cada una de nosotras nos desenvolvemos, tenemos el deber de seguir dando voz y presencia a las que aún no la tienen; a las que son víctimas de la desigualdad y de la violencia; a las que carecen de oportunidades, a las que se niega el acceso a la justicia.
De las sufragistas, que hoy forman parte de la memoria colectiva de nuestra Nación, recibimos un valioso legado: la nobleza y profundidad de sus ideales y su lucha valiente e incansable.
La historia y valentía de mujeres como ellas, nos obliga a dar continuidad a estos esfuerzos. Porque la auténtica democracia, no olvidemos, tiene uno de sus mayores fundamentos y razones de ser en la igualdad entre todas las personas.