En el debate sobre la reforma al Poder Judicial federal se habla mucho de ministros, magistrados y jueces, además de agentes del Ministerio Público y Fiscalías, pero pocas veces se toca el tema del papel que juegan los abogados que llevan los casos de muchos ciudadanos en todo el entramado de la justicia en México.

Como en todas las profesiones (médicos, ingenieros, arquitectos, etcétera) existen abogados honestos, con ética y principios que desempeñan su trabajo de manera leal con sus clientes.

Pero hay muchos que se ensañan con la pobre gente que por necesidad tiene que contratar los servicios de un “licenciado” para que le lleve casos de diferente índole.

Es frecuente encontrarse en la calle con personas que narran sus terribles experiencias con “licenciados” que no solo no les resolvieron sus problemas, sino que los agravaron, y por si fuera poco, las dejaron en la calle porque tuvieron que pagar sumas importantes de dinero.

Desgraciadamente, la vida diaria está llena de problemas y para la solución de muchos de esos conflictos es necesario acudir a la asesoría legal de los abogados, sobre todo cuando se trata de casos en los que se quiere evitar ir a la cárcel, o al revés, cuando alguien quiere que un presunto infractor sea detenido por la policía para que pague.

Los argumentos, reales o no, son frecuentes para obtener dinero de sus clientes: que “deme 5 mil pesos para el Ministerio Público”, que “deme 10 mil para el juez porque si no, no camina el caso”, y así se la llevan muchas veces alargando el proceso para seguir cobrando a los clientes, muchos de los cuales tienen para pagar, pero muchos más no.

Se sabe, por poner un ejemplo común, de casos de madres que denunciaron a sus exmaridos para que les den la pensión correspondiente para la manutención de sus hijos y terminan viéndoles la casa como se dice coloquialmente porque negocian con la parte denunciada y a la mujer terminan dándole una miseria para que alimente, vista y atienda las necesidades de educación y salud de sus retoños.

Ocurre también que a veces los abogados de la parte ofendida y la acusadora se pongan de acuerdo y terminen negociando en perjuicio de una de ellas, o simplemente que un profesionista de derecho de plano negocie con la otra parte y deje tirada a la persona que supuestamente defiende. Peor aún: que sabiendo que no se puede ganar un caso, diga lo contrario para hacerse de dinero.

Lo grave es que nadie, absolutamente nadie controla este tipo de injusticias (la Profeco, por ejemplo, controla los precios de los productos), por lo que muchas personas sufren a veces doble agravio: el del origen del problema y el del abogado que les cobra mucho dinero -a veces la gente empeña o vende bienes-, sin que nadie pueda ayudarles.

Ya se sabe también que muchos casos se quedan “atorados” en las agencias del Ministerio Público y en los juzgados por razones de dinero, de intereses o de influencias desde el poder o que la policía no ejecute una orden de aprehensión si no hay dinero de por medio.

Es un asunto que involucra a muchas personas en todos partes, por lo que no estaría de más que ahora que se está abordando el tema de la necesaria reforma judicial, se tocara también el asunto de los abogados que son una parte central en los procesos que terminan en las manos de los jueces.

Picotazos. Ya se veía venir: El presidente Joe Biden terminó tirando la toalla y decidió ya no competir por la candidatura del Partido Demócrata para buscar la reelección en Estados Unidos. Muchos de sus correligionarios, varios con mucho peso político dentro de su partido, le habían retirado el apoyo. Entre más se debilitaba, más crecía su contrincante, Donald Trump, quien tiene casi seguro su regreso a la Casa Blanca después de cinco años. Tendrían que pasar muchas cosas para que el candidato o candidata demócrata -la vicepresidenta Kamala Harris está en la pelea- se imponga al magnate. Por ahora el panorama es incierto y los demócratas están contra el tiempo porque las elecciones serán en noviembre y Trump les lleva mucha ventaja. Habrá que estar a la expectativa porque para bien o para mal –aunque casi siempre para mal– la llegada de un nuevo presidente -en este caso es posible que sea uno ya conocido y por lo mismo habrá que temerle- impacta siempre no solo en México, sino en todos los países… Qué bueno que por fin las autoridades estatales rescataron a 20 familias que no podían salir de la comunidad de Tzanembolom, municipio de Chenalhó, debido a que estaban amenazadas por un grupo armado. Había mucho temor porque les pudiera pasar algo, pero finalmente fueron sacadas el sábado mediante un operativo en el que participaron las secretarías de Seguridad y Protección Ciudadana y de Protección Civil estatal, con 87 agentes y 20 vehículos. Las 107 personas se encuentran ahora en la cabecera municipal de Chenalhó… Salvador Camacho Corzo, ícono de la locución en Chiapas, dejó el plano terrenal el domingo a las 5.40 de la tarde en San Cristóbal de Las Casas. Dueño de una potente y agradable voz, Camachín, como era conocido popularmente este hombre alto y güero de 71 años, dejó honda huella de su paso por la tierra. Era carismático, alegre, con gran sentido del humor, pero, sobre todo, una extraordinaria persona. Durante 53 años estuvo al frente de un micrófono, ya fuera en una estación de radio o conduciendo ceremonias de todo tipo. El Sartenazo fue uno de sus programas infantiles con mayor éxito. La diabetes que padecía fue minando su salud y el domingo voló alto, muy alto. Un locutor muy querido en la ciudad coleta, por lo que la tristeza ha inundado el valle. Fue compañero de generación de otros grandes comunicadores como Hugo Isaac Robles Guillén, Francisco López, Francisco Narváez Pineda y Armando Castellanos (él era un poco mayor), fallecidos en los últimos cuatro años. Vayan desde este espacio un abrazo y las condolencias a su esposa Nadia Alejandra, a sus hijos, hermanas y hermanos y demás familiares. Descanse en paz Salvador Camacho Corzo. Fin