¡Ay, nanita! Ahora sí, ¡agárrense! ¡Pero qué día, señoras y señores! Qué día. El 6 de noviembre de 2024 pasará a la historia y quedará en la memoria de millones de personas por dos hechos que de una u otra forma impactarán a México y al mundo: la confirmación de que la reforma al Poder Judicial federal seguirá adelante y la elección de Donald Trump como próximo presidente de Estados Unidos.
Podría decirse que en México, sobre todo para el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, transcurren horas de emociones encontradas, pues por un lado se despejaron los nubarrones sobre la posibilidad de que fuera torpedeada la reforma judicial y por el otro, la elección de Donald como presidente del vecino país del norte por cuatro años más debe de generar mucha preocupación, ya que se incrementarán las presiones en los temas migratorio y narcotráfico.
El tema de la reforma judicial había despertado muchas expectativas debido a que el bloque conservador en la Corte de Justicia de la Nación, llamada Suprema, último reducto de la derecha oligárquica, pretendía echarla para abajo, pero, ¡oh, sorpresa!, no contaba con que el ministro Alberto Pérez Dayán rompería la unidad y con su voto -un solo voto- ratificaría la validez de la citada reforma. “No contaban con mi astucia”, habrá dicho el togado en su interior.
La atención estaba centrada en el martes 6 de noviembre, porque, además, se corría el riesgo de que se creara una crisis constitucional de mayores o menores dimensiones, pero después de la reunión de los ministros de la Suprema las aguas volvieron a su nivel, lo que significa que en lo sucesivo los ciudadanos elegirán a sus jueces, magistrados y ministros. Para sacar adelante su proyecto, necesitaban que ocho ministros votaran a favor de invalidar una parte de la enmienda, pero al final del día sólo reunieron siete.
Sólo el tiempo dirá si con su voto en contra de la reforma, estuvieron del lado de la historia o no los ministros Norma Piña (presidenta de la Corte), Luis María Aguilar, Jorge Pardo Rebolledo, Margarita Ríos Farjat, Javier Laynez Potisek, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Juan Luis González Alcántara. Del otro lado quedaron los que votaron a favor: Lenia Batres, Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y Pérez Dayán.
Y sí, como dijo Norma Piña, el tema será retomado por los libros de historia del país, aunque falta saber en qué sentido, si en favor suyo y de su grupo o en contra. ¿Será Pérez Dayán el malo o el bueno de esta película? Dijo que votó a favor de la reforma en estricto apego a la Constitución, pero aclaró que está en contra. La oposición lo acusa de traidor, pero del otro lado es alabada su posición. ¿Alguien desde el gobierno lo convenció de cambiar de opinión al final?
Por lo demás, la Constitución Política ha sido objeto de tal manoseo en las últimas semanas, que bien podría decirse, parodiando ese dicho tan común, que ha estado como calzón de dama que de día o de noche, por placer o por necesidad, vende su cuerpo; es decir, para arriba y para abajo, con variadas interpretaciones, según la conveniencia de cada persona, cada grupo.
El triunfo en este ajedrez político es en primer lugar para el expresidente Andrés Manuel López Obrador y su proyecto transformador de la llamada cuarta Transformación, pues inició el proceso de reformas al poder judicial, pero también para Sheinbaum que en un mes y una semana en el cargo ha demostrado la firmeza que necesita para seguir desmontando el régimen del pasado. Ha manejado muy bien el tema.
Ya encarrerada no se ha detenido y ha sabido aprovechar toda la fuerza popular con la que llegó al poder y la inercia que ya venía del sexenio anterior para afianzar las reformas que se necesitan, sin negociar con la oposición que cada vez pierde el control en más espacios nacionales ante la aplanadora morenista. Paren las apuestas. Este arroz ya se coció.
Para la presidenta Sheinbaum hubiera sido casi desastroso llegar al 7 de noviembre con dos noticias adversas: la anulación de una parte de la reforma judicial y la elección de Trump. Por fortuna para ella, el fallo de la Suprema la coloca en una mucho mejor posición ante el próximo mandatario estadounidense para negociar lo que se tenga que negociar.
El triunfo del candidato republicano era uno de los escenarios -no el deseable, tal vez- previstos con antelación, por lo que su equipo seguramente tiene ya definida una estrategia para enfrentar al belicoso pelirrojo cuando otra vez se siente en la silla de la Casa Blanca.
Parecía que Kamala Harris daría más pelea electoral -las encuestas fallaron terriblemente otra vez. Ya no hay que confiar en ellas-, pero al final del día fue barrida por los republicanos que no sólo ganaron la presidencia, sino -qué delicado- el Congreso gringo, lo que le permitirá a Donald hacer muchas cosas que se le vengan a la cabeza y no precisamente buenas. La derrota de Harris bien podría endosársele al presidente Joe Biden que no ha tenido una buena administración.
Los estadounidenses no dieron el paso histórico, como sí ocurrió en México, de elegir a una mujer presidenta por primera vez. Kamala pasará a la lista de perdedoras, aunque podría intentarlo en la próxima contienda, sobre todo si, como se augura, Trump hace un mal trabajo. En pleno siglo 21, una de las mayores potencias mundiales sólo ha tenido como presidentes a hombres. Parece increíble. ¿Ejemplo de democracia y civilización?
Otra cosa que llama poderosamente la atención es que un convicto se convierta en presidente de un país como si nada. Donald está acusado de varios delitos. ¿En alguna otra parte del mundo sucede algo así? Inexplicable.
Sí, los republicanos tuvieron también su 2 de junio y se llevaron carro completo. En eso están parejos Sheinbaum y Trump. Ambos tienen mucho apoyo popular.
El panorama para México no pinta bien con Trump de nuevo en la Casa Blanca, por tantas amenazas, aunque no todo lo que ha dicho para ganar votos lo podrá realizar. Una de las fortalezas de nuestro país es que tiene a dos funcionarios de primer nivel que seguramente ayudarán mucho en las negociaciones: Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, secretario de Economía el primero y embajador en Estados Unidos el segundo. Fin