Solo una quincena

Franco, humillado

Cuando le preguntaron a Andrés Manuel, al término de 2018, cuál había sido el día más terrible de su primer mes de gobierno, respondió sin titubeos:

-Cuando cayó el helicóptero de los Moreno Valle.

Y, sí, desde luego debió ser un golpe tremendo pese a la enemistad supuesta entre las víctimas y el mandatario, que acaso ha determinado la ausencia de celeridad en la investigación de este hecho del cual se ha demostrado que no hubo falla en el aparato ni pudo precisarse si los restos calcinados, hechos polvo, de verdad pudieron ser identificados. Después, el adversario político de la difunta exgobernadora Martha Erika Alonso, el morenista Miguel Barbosa Huerta, ocupó el cargo que desempeñó esta por diez días y alegó que la muerte de su antecesora fue fortuita y una suerte de justicia divina. Desvergüenza total hasta que el karma le alcanzó y Barbosa murió casi cuatro años después, el 13 de diciembre de 2022.

Sin duda, el sitio de Culiacán, el 17 de octubre de 2019, un año cuajado de reveses para el régimen de la 4T, tendrá un sitio especial en el recuento de los peores acontecimientos del periodo. Terrible, sin duda, tanto que algo peor sería de tal modo catastrófico que sería imposible medir sus consecuencias.

Pero son bastante más duras las matanzas acumuladas, mucho más en números que las adjudicadas al bárbaro exmandatario Peña y sus secuaces; han sido más de 80 según registro exacto, además de los 74 asesinatos contra informadores bajo el manto de la impunidad y de una administración amorfa de moral y los casi 200 mil crímenes perpetrados por las bandas delincuenciales que, desde la pandemia, han tenido vía libre. No es uno, son varios dramas que corren por sus manos. En casi cuatro años con AMLO en Palacio ya setenta y cuatro informadores han sido asesinados y esto es un “récord histórico”. Y falta que se registren las acusaciones de “El Mayo” en los tribunales de Nueva York.

Por desgracia, la verborrea oficial y la malsana manipulación de las “benditas” redes sociales han llegado a la cúspide de lo absurdo: suponer que la derrota del Ejército, al entregar a sus rehenes, los Guzmán hijos de “El Chapo”, fue positiva porque se evitó un “exterminio”, en palabras del propio presidente, alegando que primero está la paz. Por desgracia, si tal fuese así no podría atraparse a ninguno de los grandes “capos” por temor a vulnerar la seguridad “de las familias” mientras el país es sacudido por la violencia, a lo que se suma el franco enfado de los mandos militares señalados como responsables cuando, de hecho, la claudicación vino de muy arriba del Palacio Nacional. ¿Abrazos no balazos? Tal es la medida del mandatario más manipulador de la historia y el abyecto número uno.

Las reacciones sobre este caso, tan bárbaro y que deja al gobierno actual en condición de fallido al reconocer que la fuerza de fuego de los narcos es superior a la de las instituciones gubernamentales, han sido múltiples y dispersas, lo que demuestra que, no pocas veces la popularidad incondicional ciega de tal modo a las masas que estas admiten, sin razonar, cualquier decisión del mandante, que no mandatario, en un nuevo despertar del presidencialismo autoritario. Lo mismo hubieran pesado las multitudes de Hitler, Mussolini o Franco, recién exhumado del Valle de los Caídos, como la única respuesta hasta ahora contra la figura del dictador-asesino de España.

Cuando se pierde la perspectiva se lleva a la razón de corbata, como decimos coloquialmente los mexicanos. Y tal es una de las vergüenzas mayores para un gobierno supuestamente “popular”, legítimo por haber ganado en las urnas, y que se alejó rápidamente del sentido democrático al desdeñar los razonamientos sólidos sobre algunos de los miembros de su gabinete, lo mismo el jeque inmobiliario Bartlett que el gabinete de Seguridad al completo, investigados a fondo, si bien tales ejercicios han sido despreciados, a fondo también, por un gobierno incapaz de reconocer fallas mayores y listo a acudir a las simplezas de las disculpas a toro pasado.

Por las Alcobas

Los tiranos jamás ganan la historia. Puede pasar menos o más tiempo pero siempre caen bajo la humillación que les infieren sus pueblos.

Así, el miserable Franco, cuyo ataúd pretencioso solo fue rodeado por unos cuantos familiares que se atrevieron a poner todavía una corona de laurel sobre el túmulo, fue sacado hace casi un lustro -el 24 de octubre de 2019- de su enorme mausoleo, “El Valle de los Caídos”, para ser trasladado al panteón de El Pardo, donde yace su esposa Carmen.

Al fin, se liberó este cadáver odioso de los hombros de España pero la influencia de la dictadura no pasará hasta que, de una vez por todas, los españoles se sacudan el oprobio de una monarquía impuesta por el gallego con cinismo inaudito y hasta violentando los protocolos de la sucesión al hacer a un lado al heredero de una corona mancillada, el que fuera conde de Barcelona, D. Juan, obligado a abdicar sin haber sido coronado jamás. Cómo dicen los catalanes dignos: puras puñetas.

loretdemola.rafael@yahoo.com