México puede transformarse en un líder y ejemplo de otras naciones de Latinoamérica y el mundo en el ahorro de energía, porque energéticamente se cuenta con abundantes recursos renovables de sol, agua, viento, geotermia y litorales, y se es un país que también suma recursos fósiles de petróleo, gas y carbón.
Sin embargo, el tener los recursos no garantiza el uso eficiente de los mismos.
Al mismo tiempo, es importante mencionar que en el mundo existe un consenso de la relevancia que tiene la reducción del uso de combustibles fósiles para mitigar el cambio climático. Es por demás sabido que el año 2024 ha roto los récords de temperaturas en prácticamente todo el planeta, haciendo evidente la poca eficacia que han tenido las políticas de cambio climático hasta el momento.
Aunado a esto, existen países que a nivel mundial sufren de pobreza energética, es decir, que no cuentan con acceso a electricidad o a combustibles para calentar el agua y cocinar a precios accesibles y de buena calidad.
México no es la excepción, los precios de las gasolinas son altos, 55 % más alto que el promedio de Estados Unidos y la calidad de los energéticos deficiente.
Por otro lado, en el sector eléctrico los apagones, intermitencias y afectaciones por la mala calidad de la energía se han vuelto más frecuentes y tienen un costo importante para todos los estratos y sectores de la economía.
En respuesta a esta problemática, los gobiernos anteriores han tratado de implementar estrategias para mitigar los precios de los combustibles, subsidiando las tarifas eléctricas, e incluso ejerciendo políticas públicas orientadas a la inversión en mejoras para el sector de hidrocarburos y eléctrico.
A pesar de lo anterior, los resultados no han sido los esperados. México importó en el 2023 1.2 millones de barriles diarios de gasolinas y diésel y más de 6 billones de pies cúbicos diarios de gas natural de EE. UU.
Por lo tanto, se debe reconocer que se es un país netamente importador de combustibles y que, por ende, se debe buscar medidas para optimizar el consumo e incrementar la producción de energía con fuentes renovables.
Puede haber luz al final del camino, el nuevo gabinete y la presidenta Sheinbaum han hecho pública la necesidad de tener participación de la iniciativa privada en el sector energético y de implementar una política orientada a la eficiencia que incorpore a la generación distribuida y el almacenamiento como parte de la matriz energética. Eso sí, manteniendo ciertos límites como el porcentaje de generación eléctrica y la participación de Pemex y CFE en los proyectos de infraestructura.
Sin embargo, a nivel mundial existen otros modelos de soberanía energética en donde esta se puede lograr a través de una regulación estructurada, organismos autónomos, de un Estado de derecho confiable y reglas de mercado que favorezcan y protejan a los sectores vulnerables.
Finalmente, para todos los mexicanos el tener un país limpio y con acceso a más y mejores servicios energéticos es positivo. Nadie está en contra de la idea de contar con energías renovables eficientes que ayuden a reducir la dependencia en el petróleo o el gas natural.
Sin embargo, para lograr esto se debe trabajar en una política energética de largo plazo, de cuando menos 20 años, que reconozca el estado actual de la infraestructura y los requerimientos para lograr los objetivos del sector.