La reunión de líderes mundiales del G20 en Río de Janeiro es como una fiesta sin invitado principal. El cambio de presidente en Estados Unidos ha generado un vacío de liderazgo en el encuentro. Permite que los jefes de las potencias medias, como Brasil -el anfitrión- y aun China, tengan un respiro en sus actividades de promoción e influencia.
La guerra de Ucrania, la de Israel con sus vecinos, las migraciones mundiales y el futuro de Venezuela, son temas inevitables. El medio ambiente, el cambio climático y la justicia social abanderan la agenda. No obstante, con el foro en Sudamérica es de esperarse que los brasileños con su sofisticada diplomacia discutan el “Sur Global”, la cooperación con África y Asia.
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (los BRICS) encabezan las voces que piden un cambio de “orden mundial”. Ahora, parece que unirán más cantantes al coro.
Argentina tiene un reclamo, considera caduco al sistema de la ONU, los organismos bancarios internacionales y los de seguridad. El gobierno electo de EU también quiere un nuevo orden, aunque todavía no participa en este evento. Japón es de los pocos países que defienden a las instituciones. La vieja Europa se va quedando sola.
Los brasileños se presentan en Río como una potencia media, influyente con los BRICS y un país latinoamericano que patrocina desarrollo. Han invertido recursos considerables en programas internacionales para combatir la desigualdad, la pobreza y el hambre.
El gobierno brasileño ha aprovechado este G20 para posicionarse y debatir el sobreendeudamiento, el cambio climático y la falta de agua en los países africanos. El financiamiento a África ha aumentado la influencia brasileña, instrumentada en una “diplomacia solidaria”. Asimismo, el presidente Lula ha planteado una “Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza”, que refleja su biografía personal, de líder sindicalista preocupado por un trabajo justo y las desigualdades.
Previo al G20, el presidente argentino Javier Milei, aprovechó para reunirse con Donald Trump en Mar-a-Lago, Palm Beach y tratar la “batalla cultural” que ambos libran contra las instituciones y los gobiernos tradicionales (14 de noviembre). Milei fue el primer gobernante extranjero en ver a Trump después de las elecciones, lo que le genera cierta ventaja con sus homólogos, e incluso con la misma delegación estadounidense, al llegar a Río.
Antes de las elecciones de EU, la pregunta para México en el foro era si compartiría o competiría con Brasil por el liderazgo en América Latina. Lo previsible ahora es que las discusiones informales del G20 sean sobre el embate que el presidente electo Trump prometió en áreas de seguridad, migración y comercio.
El G20 concentra más del 80 % del producto interno bruto del mundo y por ello es tan valiosa esta membresía para México, además incluye a sus principales socios. Es previsible que la nueva realidad de Norteamérica obligue a los mexicanos a aumentar su presencia en este grupo más allá de Río.