El amor por las flores y las enseñanzas heredadas salvaron un año más la producción de nochebuenas de los embates del cambio climático, señala Ulises Díaz, productor de la planta que, meticulosamente, cuidó como a su propia familia en una cosecha de más de 25 mil matas de diferentes variedades que adornarán los hogares mexicanos en diciembre.
El calentamiento global maltrató a los agricultores de San Luis Tlaxialtemalco, Xochimilco, en los ocho meses pasados con fuertes olas de calor, lluvias que ahogaron sus siembras, plagas y enfermedades, y como si tuviera que atender de una enfermedad a sus hijos e hijas, Ulises procuró con fertilizantes y estrategias de protección ancestrales a las 12 variedades de flores que comercializa en el vivero Agricultivos de Calidad Díaz, en la zona sur de la Ciudad de México.
“El cambio climático nos está pasando factura en las cosechas. Parecerá ilógico, pero mis abuelos me enseñaron a ver el cielo, a ver cuándo entra canícula de agua, cuando entra canícula de calor, pura ciencia de antepasados que hoy nos sirve para leer el clima y defender la planta”, comparte Díaz.
“Optimizo esto aplicando algún tipo de hormonas, acelerando más el crecimiento, la floración, con productos químicos como nitrógeno, fósforo, potasio y algunos elementos menores que conocemos. Es como cuidar a mis hijos de bebés e ir con el doctor para subir la dosis de medicina o aplicarla más seguido. No tenemos que confiarnos porque la naturaleza ya no lo va a hacer”, menciona el floricultor mientras recorre junto a El Universal parte de su plantación.
Inicios
Ulises siembra nochebuenas desde hace 23 años. Entró al negocio porque sus abuelos y sus padres se dedicaban al cultivo de diferentes plantas. Hace memoria y recuerda que 22 años atrás el negocio no sufría las heladas, calores, lluvias y plagas que hoy no sólo afectan a las nochebuenas, sino a otras flores de temporada que también distribuye en su vivero.
Explica que las altas temperaturas generan humedad que a su vez cría hongos, bacterias y esporas en las matas; mientras que las lluvias en exceso pudren las plantas y los cambios de luz en días nublados alargan el tiempo de la fotosíntesis.
Señala que su familia recurre a lo aprendido por sus ancestros y a las enseñanzas que le heredaron para proteger sus cosechas.
Así, los Díaz Xolalpa tratan con delicadeza a las flores, todos los días, adaptándose a las cambiantes condiciones del clima para alimentarlas y medicarlas conforme al frío, calor o lluvia del momento.
“Desde abril hacemos un calendario conforme a los tamaños de maceta, de planta y de las condiciones que tiene cada una. El cambio climático hizo a este negocio de mucho riesgo porque nos exponemos a las nuevas condiciones, enfermedades y también la contaminación de las aguas, pero nosotros monitoreamos a las nochebuenas desde que son bebés hasta que son adultas”, dijo.
Además, “las nutrimos, las desinfectamos, las medicamos y las vacunamos como si fueran un bebé. Las prevenimos y las protegemos. Los cambios climáticos lo han vuelto más difícil, pero hay amor a este negocio, no sólo porque es rentable. Siempre le inculco a mis hijos, mis hijas y mi esposa que es una bonita tradición, pero también es importante cuidar a las plantas porque con ellas respiramos”, expresa.
La familia Díaz Xolalpa, integrada por los hermanos Alexandra, Natalia, Antonio, Josafat, Elías y Karina, esposa de Ulises, tiene una producción de 25 mil nochebuenas de tres tamaños que son 5, 6 y 7 pulgadas, más 70 macetones que son las plantas más grandes.
Comercializan 12 variedades en Baja California, Sonora, Chihuahua, Yucatán, Veracruz, Chiapas y la Ciudad de México, cuyos esquejes llegan desde Morelos, pues para ellos es muy importante que el producto sea nacional ya que es de mayor calidad y fomenta que más familias mexicanas tengan trabajo. Asimismo, son más resistentes.